Tres empates, tres derrotas, ninguna victoria, cuatro goles a favor (tres de ellos de penalti), y ocho en contra, son algunos de los números que presenta el Córdoba CF en los últimos seis partidos de liga. Los mismos en que ha estado al frente del plantel Juan Merino. Datos que han condenado a los blanquiverdes, que ya venían ofreciendo preocupantes síntomas, al último puesto de la tabla clasificatoria. Si bien y a expensas de lo que suceda el sábado en El Alcoraz, desde los despachos ya no se culpa al técnico -al menos, exclusivamente- de la situación por la que atraviesa el equipo.
Sin embargo, esta confianza retomada en el míster no siempre fue así y ello contando que el de La Línea de la Concepción, apenas llega a los dos meses como técnico del Córdoba. Ante el Lorca y el Osasuna las miradas, la sombra de la culpa, recayó sobre él. El cambio, además de radicar en la constatación de que los planteamientos tácticos se antojan correctos, devino de otras parcelas. Y es que al igual que sucedió con el cese de Carrión, a día de hoy, muy pocos son los entrenadores que quieren recalar en el Arcángel. Un problema que no es el único.
Ahora, la culpa recae sobre los jugadores y hay quien se agarra a la ventana invernal del mercado de fichajes, como el único clavo al que agarrarse para no caer en el abismo de la Segunda B. Con el temido Grupo IV -venido a menos, eso sí- cada vez más cerca, el Córdoba tiene el problema del límite de gasto. La planilla roza el tope salarial y parece complejo resolverlo con ventas. Máxime cuando en junio se remodeló considerablemente la plantilla y se regaló una campaña de Twitter que, pese a la repercusión, ni suma puntos ni venderá el mismo merchandising en la categoría de bronce, si es que la dinámica no cambia radicalmente ¿Quién tiene la culpa?