¡Cómo olvidarte en tu Viernes, Madre y Señora de Córdoba!


A continuación, les reproducimos el artículo realizado por quien fuera hermano mayor de los Dolores, Juan José Jurado Jurado

Nuestra Señora de los Dolores./Foto: Irene Lucena
Nuestra Señora de los Dolores./Foto: Irene Lucena
Nuestra Señora de los Dolores./Foto: Irene Lucena
Nuestra Señora de los Dolores./Foto: Irene Lucena

Madre: ya es hoy Viernes de Dolores, y próximo a cumplir este indigno siervo tuyo los sesenta años, tengo que decirte que me invade una sensación extraña y dolorosa que me anega el corazón de tristeza y me conmueve las entrañas pero que, al mismo tiempo, es una sensación que va unida a un emocionado gozo de saber que muchísimos cordobeses no Te olvidamos en este día. ¡Cómo olvidarte, Madre, en este tu Viernes, en este el Viernes de Córdoba!

¡Madre: qué duro y difícil se me hace, muy a mi pesar, el no poder ir a felicitarte hoy, el no poder decirte ante tu presencia soberana que te quiero, decírtelo una y otra vez, repetidamente! ¡Qué cuesta arriba más dura el no haber podido ir a saludarte esta madrugada, que debería haber estado envuelta, como todos los años, en ecos nostálgicos de «Noches de mi Ribera», de la que tú eres su abanderada, y qué dolor más inmenso el no haber podido rezarte a mi manera!

Nuestra Señora de los Dolores./Foto: Irene Lucena
Nuestra Señora de los Dolores./Foto: Irene Lucena

Mi «Sagrada Amiga»: perdóname por ser la primera vez en mi vida que no pueda estar presente en San Jacinto para felicitarte y, como yo, miles de cordobeses, que siempre buscamos en Ti el refugio, la esperanza, el amor de Cristo Redentor… Sí, Madre, no podré ir a rezarte hoy a tu iglesia y eso supone una pena añadida a la situación que a todos nos está tocando vivir. Pero quiero decirte que si bien Tú colmas diariamente el corazón de nuestra familia con fotografías e imágenes tuyas en cada rincón de nuestro hogar, hoy lo haces con mayor motivo, porque hemos querido que el mismo se convierta en un «pequeño San Jacinto» donde tú significativamente presidas el lugar cotidiano y común, esa salita donde, día a día, nos desenvolvemos.

Sí, Madre, incluso me aventuro a decirte que Córdoba quiere convertirse hoy en la iglesia conventual donde se Te venera porque, a pesar del silencio sobrecogedor de sus calles, de su soledad que abruma, de la tristeza que parece envolverla, de su dolida quietud, sigue habiendo muchísimos hogares cordobeses en los que Tú permaneces presente en las vidas de sus familias, en sus plegarias, en sus oraciones… 

Y desde aquí, desde nuestros hogares -que queremos que sean siempre los tuyos- Te pedimos que, por tu poderosísima intercesión, confortes a los enfermos y agonizantes que están sufriendo especialmente esta pandemia, que intercedas por tus hijos que han fallecido, que alivies el peso del inmenso de dolor de sus seres queridos que no han podido estar a su lado para confortarlos en los instantes finales de su vida mostrándoles su amor y que, desgraciadamente, ni tan siquiera han podido enterrarlos con la dignidad querida y debida -lo hemos vivido, desgraciadamente, en el seno de nuestra gran familia-; que siembres, Madre, de esperanza el sufrimiento de tantos hermanos nuestros que son en esta hora tus «cristos sufrientes», que llenes nuestro corazón de amor y entrega a los demás ante la adversidad que padecemos, que nos ayudes en nuestros afanes diarios, que protejas a nuestras familias, que nos guíes con tu ejemplo para que impere el amor y la comprensión en nuestra convivencia cotidiana, que «acerques tu corazón de Madre a todos los que sufren para que experimenten el calor de tu presencia», «que los enfermos, los ancianos, y los pobres encuentren alivio en tu mirada» -como reza la oración que Te ofreció nuestro querido Obispo-, que ilumines a nuestras autoridades en la búsqueda del bien común, especialmente ante la enfermedad que padecemos…

Sí, Madre. Hoy es Viernes de Dolores, pero es un Viernes de Dolores extraño, triste, desconocido, insólito, en el que me siento sencillamente descolocado, en el que mi alma se ve invadida por la melancolía y la aflicción, porque hoy no podremos asistir presencialmente a la Eucaristía de Comunión General presidida por Don Demetrio, ni podrán asistir a la misma las máximas autoridades representativas de tu Ciudad, de tus cofradías; ni tampoco tus abuelos de la Residencia, ni tus monjas, ni tu hermandad, ni tus devotos…Hoy no podremos sentir personalmente en lo hondo de nuestro corazón desbordado, como una palpitante y viva realidad, como una rotunda y clamorosa evidencia, ese sentido y enternecedor contacto nacido de muchos años de intimidad, de muchos años de oración y de plegarias, de muchos años de peticiones y de confesiones, de muchos años cayendo de rodillas ante tu altar desbordante de flores ofrecidas por el corazón agradecido de tus hijos, de toda el alma y toda la espiritualidad de Córdoba.

Nuestra Señora de los Dolores./Foto: Jesús Caparrós

Sí, Madre. En medio de esta inmensa pena que me desborda y que inunda todo mi ser; en medio de esta tristeza y emoción que embarga mi corazón y que hace que me duela el alma y que las lágrimas afloren a mis ojos, a pesar de todo ello, Tú, Madre, -cuya sagrada imagen llevo grabada como un sello indeleble en mi corazón cordobés-, seguro que eres La que está haciendo que sienta también hoy una inmensa alegría que me conforta y me ánima, porque sé -sabemos-, que Te tenemos ahí, a nuestro lado; más que a nuestro lado, en nuestro corazón, en el corazón de tus hijos, en el corazón de Córdoba. ¿Qué sería de Córdoba sin Ti, Madre Gloriosa y Bendita? No, Virgen Santa, no Te hemos olvidado. Y por eso tu hermandad ha querido -sin eludir su obligación, a pesar de la adversidad- seguir ofreciéndote digitalmente el septenario con el que se conmemoran tus dolores. Y también nuestro querido Obispo Don Demetrio se ha querido unir cariñosamente a tu tradicional día mediante la celebración, como todos los años, de la Sagrada Eucaristía del Viernes de Dolores, que esta vez tendrá lugar en el templo donde tienen lugar las ceremonias religiosas más solemnes de nuestra Diócesis, en nuestra Santa Iglesia Catedral; Eucaristía que tendrá lugar hoy viernes a las doce de la mañana, y en la que la necesaria y exigida falta de asistencia no disminuirá, ni mucho menos, su primordial sentido y solemnidad. A esa entrañable cita quedamos todos convocados e invitados, y todos podremos participar a través de las redes sociales como si estuviéramos allí presentes. Por eso, Madre Tierna y Buena, seguirá siendo siempre Viernes de Dolores mientras haya un cordobés que Te tenga presente en su vida y se acuerde de Ti en este día.

Sí. Hoy es Viernes de Dolores. Desde lo más hondo de nuestro corazón hagamos entre todos los que se acerquen a la lectura de este artículo, una oración elevada a verdadera ofrenda de amor filial a la Santísima Virgen. Hagamos de la «dichosa» pandemia que nos asola y nos aflige, nos apesadumbra y nos entristece, no un lamento de nuestro corazón contrito y compungido, sino una glorificación de Cristo clemente y misericordioso. Con toda seguridad, Virgen Bendita, que también hoy Te están ofreciendo especialmente sus plegarias los queridos ancianos de nuestra residencia, que merecida y privilegiadamente gozan de tu amorosa proximidad, plegarias que también Te dirigirán tus monjas y, desde el balcón del cielo, tus hijos que ya nos dejaron y que gozan de la presencia del Señor.

¡Señora!: ayúdanos a que hoy sea un Viernes de Dolores gozoso, alegre, esperanzador; un Viernes de Dolores lleno de amor que te colme de inmensa dicha maternal al ver y sentir que tus hijos se siguen acordando de Ti…¡Porque es tu tradicional día, Virgen Santa, Madre Coronada de Córdoba, Señora de nuestras almas…!

Sí, Madre, hoy es Viernes de Dolores, y siempre lo seguirá siendo, a pesar de las contrariedades, de las dificultades, de las penas y sinsabores que estamos padeciendo, porque:

Mientras los cordobeses se sigan acordando de ti, ¡será Viernes de Dolores!

Mientras sigas infundiendo esperanza renovada en nuestras almas, en medio del sufrimiento y del dolor, ¡será Viernes de Dolores!

Mientras en las horas de abatimiento y de tristeza sigas consolándonos con tu transido corazón de Madre Tierna y Buena, ¡será Viernes de Dolores!

Mientras en los instantes duros de aflicción te tengamos como Discípula Fiel y Perfecta de Cristo y Ejemplo de nuestras vidas, !será Viernes de Dolores!

Mientras en nuestras preocupaciones nos sigas acariciando con tus manos primorosas y delicadas, ¡será Viernes de Dolores!

Mientras en los momentos de llanto inconsolable por la muerte de un familiar, de un ser querido, de un amigo, nos sigas ofreciendo tiernamente tu pañuelo y nos ilumines con tus amorosos ojos mostrándonos que siempre existe un mañana lleno de gozo a la espera de la feliz Resurrección, ¡será Viernes de Dolores! 

Mientras nos sigas infundiendo ilusión y esperanza en las horas amargas, ¡será Viernes de Dolores!

Mientras el santo escapulario y la corona que llevas en tus delicadas manos nos recuerden que somos tus siervos y que tu asumes también nuestros dolores, como asumiste durante toda tu vida los de tu Hijo, ¡será Viernes de Dolores! 

Mientras en los instantes de soledad y de incomprensión, de indiferencia y de angustia, de desengaño y de dolor, tu hermosísimo rostro nacarado nos infunda el don del consuelo y nos muestre el sendero de la esperanza y la fortaleza, ¡será Viernes de Dolores!

Mientras sigamos viendo en tu sagrada imagen todo el dolor asumido de nuestro sufrimiento, del padecer lacerante de tus hijos, de toda la aflicción de nuestros corazones doloridos por los desvelos de la vida y penas cotidianas y, al mismo tiempo, sintamos esa esperanza renovada cada día que nos acerca por la fe al mismo Dios, ¡será Viernes de Dolores! 

Mientras a tus plantas todo se convierta en efímero y caduco, en inestable y pasajero, y nos demos cuenta que lo que permanece inalterable y constante es tu inmenso amor, ¡será Viernes de Dolores! 

Mientras muchos de tus hijos a la hora de morir quieran ir a la presencia de Dios Padre misericordioso revestidos del hábito nazareno con el que te acompañaron año tras año, o que tu imagen quede esculpida en las lápidas de sus tumbas ¡será Viernes de Dolores! 

Mientras rezar sea contemplarte extasiado, ¡será Viernes de Dolores!

Mientras estemos alegres y te veamos gozosa con nosotros, ¡será Viernes de Dolores!

Mientras veas la ilusión de los novios que vienen a contraer matrimonio a tus pies, o los cordobeses vengan a cobijarse bajo tu amoroso manto, ¡será Viernes de Dolores! 

Mientras haya hijos tuyos que lleven tu medalla en su pecho, o la misma cuelgue en la cuna de los recién nacidos, o depositen en ella o en tu fotografía su último beso antes de acostarse, ¡será Viernes de Dolores!

Mientras sigas siendo la Fuente de lágrimas puras que nos consuela en el llanto, el Relicario de hermosura creado por el mismo Dios y la Soberana del silencio que nos asiste, nos ampara y nos protege en las dificultades, ¡será Viernes de Dolores!

Mientras sigas siendo la Estrella que nos ilumina cada día y nuestro Puerto seguro en las tempestades de la vida, ¡será Viernes de Dolores!

Mientras sigas siendo la Primorosa Flor Tallada que riega con su manso llanto los corazones de tus hijos cordobeses para sembrar en ellos la ilusión y la esperanza ante el dolor del mundo; ¡será Viernes de Dolores!

Mientras sigas siendo el bellísimo «Poema del Sentimiento Cordobés» dedicado a esta Ciudad por el mismo Dios, que con dulcísimo desveló ayudó a Juan Prieto a esculpir tu sagrada imagen, ¡será Viernes de Dolores! 

Mientras sigas siendo para este tu torpe e indigno hijo -que gracias a tu pródiga intercesión no merece las innumerables gracias que has derramado sobre su persona y su familia-, su Madre, la «Emperatriz de sus ilusiones y esperanzas», el Refugio seguro donde acudir, el Canto a la Esperanza de su vida, la Azucena del Consuelo que siempre está ahí para ayudarle, ¡será Viernes de Dolores!

Y mientras sigas siendo para el que esto te dedica su «Sagrada Amiga», su Confidente más fiel que le ayuda a superar sus debilidades y faltas en los momentos de tibieza y duda en la fe; ¡será Viernes de Dolores!

¡Cómo no quererte, Madre, si Tú sigues trayéndonos la convivencia en la paz, y el amor en las palabras y el espíritu noble en nuestros pensamientos!. ¡Si en Ti vemos los cordobeses el llanto, el sollozo y el rostro emocionado de nuestros padres, de nuestros familiares que nos precedieron y que se hincaron de rodillas a tus pies!

¡Tú, Bellísima Tórtola que gime, no estás sola en tu camarín este Viernes, porque te llevamos en el corazón!

Desde lo más hondo del mío, mientras la emoción me ahoga en este día y se me hace un nudo en la garganta; mientras contemplo tu inmensa fotografía sin poder contener las lágrimas, proclamo, Madre Bendita, Emperatriz del Dolor y Esperanza de mi vida, como si estuviera presente hoy ante tu imagen soberana ungida de la más hermosa sacralidad que me trasciende y me acerca a tu Hijo, ¡que no entiendo mi vida sin Ti, que eres la certeza más firme y segura de mi existencia que me lleva al mismo Dios! 

Madre: que la enorme cola que se forma cada Viernes de Dolores para verte y contemplar tu belleza, para dirigirte piropos callados y plegarias silenciosas; que esa cola que este año no será personalmente posible, se convierta, sin embargo, en la misma cola de las almas de los cordobeses que hoy nos aproximamos hasta tu camarín desde el altar filial de nuestro hogares para volver a decirte, con el corazón emocionado, que te queremos; y que esas flores que ponemos a tus plantas en rendido tributo de amor ante tu altar sean, ahora y por siempre, las flores de nuestras buenas obras; y que esos rezos que te dirigimos hoy sean la ofrenda sentida y clamorosa que brota de nuestros labios de hijos, que podrán estar confinados en sus casas, pero que te llevan siempre en su corazón en este día tan señalado para Córdoba. 

¡Que nunca olvidemos que ELLA está ahora y por siempre a nuestro lado, infundiéndonos ánimo y esperanza en las horas de mayor dificultad y adversidad!

¡FELICIDADES, MADRE Y SEÑORA DE CÓRDOBA! ¡TE QUEREMOS! 

P.D.- Ya que no te pude rezar esta madrugada a mi manera, recibe, Madre mía, como otra ofrenda de amor, este poema que un día Te dedicara, hecho también oración para todo aquel que quiera unirse devotamente a Ti:

Viernes de Dolores, Viernes de Córdoba

Viernes previo al de Nisán,

cuando Córdoba está llena

de perfume de azahares,

buganvillas y azucenas;

cuando el sol primaveral

se asoma desde la sierra

y contempla la ciudad

en su afán de trascendencia,

que desborda toda mente,

que camina en formas bellas,

en emociones sublimes

que al corazón atraviesan

para expresar la verdad,

que emana de la experiencia,

de esta Imagen que le atrae

de esta Imagen que le llega,

en un caudal emotivo

de poemas y vivencias,

de colores y rincones,

de olores y madreselvas,

Córdoba viste sus galas

en un día de primavera,

en un viernes señalado

y en plaza, que es recoleta,

-de “Los Dolores” la llaman,

plaza que es serena y quieta,

pero que esa tarde torna

en bullicio que no cesa-,

¡que es el Viernes de Dolores,

Viernes de Córdoba entera!

Todo igual, todo distinto;

la Virgen que nos espera

en su camarín bendito,

en trono de quien es Reina,

Emperatriz del Dolor

y Señora Cordobesa.

Y es que la Virgen es Madre,

y es que la Virgen es Reina

de sus hijos cordobeses

que a contemplarla se acercan:

es gozo en sus alegrías

y confidente en sus penas; 

es consuelo en sus desdichas,

y bálsamo de sus dolencias;

y es refugio en el tormento,

y es lisonja en sus tristezas,

y es alivio en el dolor,

y poder en las flaquezas;

y es pañuelo en nuestras lágrimas,

y es la más fulgida estrella;

y es testigo en nuestras bodas,

y es capitana señera

de los mayores que viven

muy cerca, en su Residencia.

Y es también rosa fragante,

y es eterna primavera;

y es el valle, y es campiña,

y es el monte, y es la sierra;

y es el mayo florecido,

y es ribera cordobesa;

y Ella es jazmín delicado,

y es arroyo en primavera,

y es la joya más hermosa,

y es la aurora de esta tierra,

y es esperanza y milagro

del corazón que nos tiembla

cuando la vemos su Viernes

tan purísima y tan bella.

En largas filas monótonas

los cordobeses esperan

para ver a su Señora,

a su Virgen, a su Reina,

que Ella es la Madre de Dios

y Madre de Córdoba entera,

relicario de hermosura

y corazón de esta tierra.

La cola va aproximándose

y la emoción ya se acerca,

que tienen ganas de verte

y  contemplar tu belleza;

y Tú, de ver a tus hijos,

a los que con amor esperas

en tu Viernes de Dolores,

con las puertas siempre abiertas

de tu corazón bendito,

que es corazón que nos quema

cual viento de los suspiros,

que abrasa, más que nos templa,

de amores puros y limpios,

de sencillas cosas buenas.

Y hasta el tiempo se detiene

al verte, Virgen, tan bella,

y es tal tu hermosura, Madre,

que hasta las piernas nos tiemblan.

Y todo gira en Dolores,

en Viernes que vibra y no cesa

entre el bullicio que admira

y entre gente que te reza;

que no hay Madre más bendita,

ni Madre más cordobesa

que convierta nuestra vida

en gozosa primavera.

Y hay jolgorio en las alturas,

pues los ángeles se acercan

-incluido Rafael,

ese siempre a la cabeza-,

a rendirte pleitesía

y a proclamarte su Reina,

a rodearte de flores,

traídas desde la sierra,

y a perfumarte de rosas,

de azahar y de azucenas.

Y también busca su sitio,

con frenesí, hasta la cera,

para iluminar tu cara

de tanta pureza llena.

Y hasta de los mismos cielos

baja Juan, quien te esculpiera,

a ceñirte tu corona,

¡Soberana Cordobesa!

Y todo torna en Dolores,

en fiebre hermosa que quema:

tu negro manto doliente

y tu saya compañera,

y tus temblorosos cirios,

y tu pañuelo de seda,

y tu corona dorada

con sus dieciséis estrellas;

y tus manos delicadas

que recogen nuestras penas;

y tu corazón dolido,

y tus lágrimas de perlas,

y tu cara nacarada..,

y hasta el pecherín que llevas

se muda jazmín florido,

¡Dolorosa de la Pena!

Y tu pañuelo bendito

enjuga tus lágrimas, llenas

del rocío del mismo Cielo,

esas que Tú siempre llevas

en un derroche de amores,

que alivia todas las penas

de tus hijos que te quieren,

de tus hijos que te rezan,

porque eres nuestra Madre,

nuestra Virgen, nuestra Reina,

Consuelo del afligido

y Señora Cordobesa.

¡Virgen Santa Dolorosa,

Corazón de nuestra tierra,

Emperatriz de ilusiones

y Purísima Azucena,

intercede por nosotros

y alívianos nuestras penas!

Juan José Jurado Jurado,

siervo de la Stma. Virgen.