La Virgen de la Paz y Esperanza Coronada procesiona triunfal por Córdoba


Miles de personas arroparon a la Virgen en la procesión posterior a su coronación

Procesión de María Santísima de la Paz Coronada./Foto: José I. Aguilera-Cabildo Catedral
Procesión de María Santísima de la Paz Coronada./Foto: José I. Aguilera-Cabildo Catedral
Procesión de María Santísima de la Paz Coronada./Foto: José I. Aguilera-Cabildo Catedral
Procesión de María Santísima de la Paz Coronada./Foto: José I. Aguilera-Cabildo Catedral

La Catedral de Córdoba acogió, este sábado, una jornada histórica para las cofradías de la capital y para la propia ciudad. En el imponente enclave, María Santísima de la Paz y Esperanza era coronada por el obispo, monseñor Demetrio Fernández. 

En una ceremonia marcada por la solemnidad, centenares de personas se dieron cita para disfrutar de un acontecimiento irrepetible. Desde el presidente del Parlamento andaluz, Jesús Aguirre, hasta el alcalde de Córdoba, José María Bellido, el nutrido número de autoridades presentes daba cuenta de la importancia del acto.

Personas congregadas en el entorno de la Catedral para ver la procesión de María Santísima de la Paz Coronada./Foto: José I. Aguilera-Cabildo Catedral

Y tras la coronación llegó el triunfo, la hora esperada, el momento en que la Virgen de la Paz y Esperanza, ya coronada, caminaba por las naves del templo mayor para salir a la ciudad, la que es suya por arraigo y una devoción rebosante, de la que dieron cuenta las miles de personas que fueron a verla, a contemplarla a rezarle.

Costaleros de María Santísima de la Paz Coronada./Foto: José I. Aguilera-Cabildo Catedral

Desde el casco histórico al Ayuntamiento, siguiendo por San Andrés, Santa Marina y los Jardines de Colón, la Paloma de Capuchinos derramó su amor por cada enclave; a cada paso que dieron sus costaleros, en cada llamada de Vicente Mengual, Rafael Muñoz y Juan Berocal; en cada nota que derramó la banda de La Salud y en cada son de la Municipal de Arahal.

Avanzó la noche triunfante, la que hubo de ser pospuesta por la pandemia, pero todo fue para mayores ganas y mayor honra a la Virgen de la Paz y Esperanza Coronada. La emoción se reflejó en cada rostro de los miembros que conformaban el cortejo. Desde el primero hasta el hermano mayor, era el día tanto tiempo soñado. Y, sobre el pecho de Enrique Aguilar, latían dos medallas la suya y la de su padre. Un homenaje y un gesto de amor que fue la metáfora de tantos y tantos hermanos y devotos que le rezaron y que ya gozan de en su regazo para la eternidad. Un infinito que, esta noche, se rozó en la procesión que llevó de regreso a la Paloma a Capuchinos, para hacer buena la máxima que repiten sus cofrades, “de Capuchinos al cielo”, al mismo cielo que se dibuja en el rostro de la madre, María Santísima de la Paz y Esperanza Coronada.