Las series


Querido diario:

Ahora entiendo muchas cosas. Hay seres extraños y fantasmas inciertos, sombras que acechan y hasta que algún soplo frío en la nuca que te provoca un no sé qué sobrenatural digno de estudio por Iker Jiménez (¡uf!, ése no, que se tira veinte minutos explicando la palabra escalofrío).

Nada de eso es comparable a la pregunta que me hacía, de por qué mi esposa ve una y otra vez la misma serie. Y tras varios días de este encierro voluntario (así prefiero entenderlo),  y un proceso racional y lógico, basado en la observación metódica del fenómeno, lo he descubierto: se duerme.

Pero no una cabezada al uso, no. Con el libro, el periódico o la tablet en la mano, las gafas puestas y todo un escenario que te hace apreciar su esfuerzo intelectual, está durmiendo como lo que es, una bendita.

Ahora entiendo por qué, una y otra vez, está en pantalla ese personaje histriónico, que se hace llamar Sherlock, con una chica oriental como compañera de reparto, de apellido Watson, buscando continuamente al mismo asesino.

Como de tanto verlo me desesperaba, un buen día me quedé a ver el capítulo, y por supuesto era el mayordomo. Pero al preguntarle a mi esposa por las indagaciones de la pareja, me contesta:

-No lo vi, me quedé durmiendo.

– Pero, por Dios, ¡Si es la quincuagésima vez que lo veo!

Imagino que a ustedes les pasará lo mismo con alguien en casa, que no necesariamente el cónyuge, porque, por ejemplo, mi hijo se tiró tres años viendo los mismos capítulos de The Bing Bang Theory, hasta el punto de que sabía a qué hora se emitía en cada una de las cuatro cadenas televisivas que la programaban, que acabé de Sheldon Couper….y mira que era una serie inteligente y divertida (lo que hace el síndrome de Estocolmo que hasta la añoro); y qué decir de mi hijo mayor, tocayo de su padre, con “Aquí no hay quien viva”, que me hizo dudar si volver a las yerbas  ( ¡no sean mal pensados!).

Yo reconozco que lo de las series tiene su encanto. Pero antes era un capítulo a la semana, o a lo más uno de lunes a viernes, que aún recuerdo la siestas estudiantiles con” Falcon Crest” y esa fenómenaque era Ángela Chaning; o las semanales de los lagartos de V ( que para mí que siguen aquí),” Arriba y abajo”, y tantas otras que hacían que el miércoles o el jueves estuvieses pendiente de la hora en que empezaba la serie y no se levantara nadie del sillón hasta el descanso.

Pero hoy, de eso nada. Que si dale para atrás, que si al pause, que si yo luego la veo, que ésa no me gusta, que aquélla es mejor, que tolerada, que para adultos…,total que cuando consigues una que se adapte a los gustos de todos, hay que verla, y no pausadamente como una buena comida; no, del tirón. Tres temporadas de doce capítulos cada una, y de sopetón, que acabas soñando con las trastadas que le hacen al presidente (al nuestro no, al de la serie), o con los mandalorianos ( ¡qué buena serie para los que nos hicimos jóvenes con Star Wars!), repartiendo estopa por toda la galaxia.

Y además se palpa como un estado de guerra familiar por ver quién la acaba primero,  uno se la descarga por internet para seguirla luego en su cuarto,  otro se cabrea porque no funciona la wifi…y así pasan los días hasta que por fin llega el capítulo treinta y seis, donde supuestamente los guionistas van a desenredar la maraña tejida a los largo de los treinta y cinco  anteriores, y sin duda porque eso es imposible, te aparece que ya se verá en la próxima temporada, prevista para enero del próximo año. ¡Toma ya!

¿No te vas a dormir, vida mía?

 

 

PDA: Protégenos bajo tus alas, San Rafael