Es la gestión, estúpid@


«¡Es la economía, estúpido!» Fue el eslogan con el que el candidato demócrata Bill Clinton, arrebató a su rival, George Bush (Padre) el triunfo en las elecciones presidenciales estadounidenses de 1992. Lo cierto es que el candidato republicano partía con ventaja, ya que ocupaba la Casa Blanca en ese momento, y había obtenido ciertos triunfos en política exterior que aumentaron notablemente su popularidad. Sin embargo, los asesores de Clinton supieron ver qué asunto preocupaba realmente a los votantes, y lo explotaron en profundidad, dando un vuelco a las predicciones. No es la intención de este artículo insultar a ningún candidato, sino parafrasear un lema ya clásico a la hora de hacer ver lo que importa al ciudadano. Y ya puestos, lo hacemos con un toque inclusivo, la licencia del uso de la arroba, para que no parezca que sólo nos referimos a los varones.

Las elecciones municipales son las más cercanas al ciudadano. En una ciudad de mediano tamaño, por lo general el vecino conoce a los candidatos, han estudiado en los mismos colegios, asistido juntos al fútbol, los toros, procesiones o verbenas, y coincide con ellos alguna vez en la calle. Sin embargo, en Córdoba, pocos partidos parecen detectar qué importa al cordobés, y la mayoría prefiere envolverse en generalidades ideológicas estereotipadas, frases grandilocuentes sin aplicación práctica, promesas vanas e imposibles, o, peor aún, crean divisiones artificiales y fracturan la sociedad cordobesa.

Al cordobés le preocupa, sobre todas las cosas, el paro, y es ahí donde un ayuntamiento debe volcarse. Bien es cierto que las políticas de empleo no son competencia directa de los ayuntamientos, pero éstos deben favorecer la implantación y el crecimiento de las empresas y negocios, que son los motores generadores de ese empleo. Debe dotar a la ciudad de los servicios necesarios y hacerla atractiva para las inversiones. Sin embargo hoy las empresas son ahuyentadas de la ciudad por una gerencia de urbanismo que las persigue, que eterniza sus trámites, y que parece conceder o denegar las autorizaciones en base a criterios de simpatía e interpretaciones peregrinas. Que se conforma con un parque logístico mediocre que imposibilita el establecimiento de grandes empresas de distribución.

Al preocuparle el empleo, al cordobés le importa también el turismo, y sin despreciar a nadie quisiera que a su ciudad viniera un turismo de calidad. Por eso no comprende que los museos no estén abiertos todos los días. No comprende que el palacio de congresos no pueda cumplir las expectativas de los grandes gestores congresuales, No comprende que no exista un recinto de exposiciones con capacidad para las grandes citas, cuando además existen estructuras prácticamente abandonadas que podrían cumplir esa finalidad.

Al cordobés le preocupa la limpieza, y la ciudad, que en otro tiempo fue espejo donde se miraban otras localidades, hoy está sucia. Y no es que no se compren barredoras de última generación, o se opte a galardones de reciclaje. Es que no se gestiona adecuadamente los recursos, y no se retoma una cultura de la limpieza entre los ciudadanos.

Al cordobés le preocupa la iluminación de sus calles. Le preocupa la seguridad. Le preocupa la imagen de su casco histórico. Le preocupa la accesibilidad. Y las calles están oscuras, el casco histórico abandonado, y las calles intransitables, especialmente para personas de movilidad reducida.

Al cordobés le preocupa la cultura. Y en Córdoba, desde el fracaso de la capitalidad cultural, el modelo se ha mantenido anclado. Existe un Centro de Arte Contemporáneo infrautilizado y desconocido para la mayoría de ciudadanos, que no tiene prácticamente presencia en la vida cordobesa, pese a su desorbitado coste. Córdoba no explota sus ventajas comparativas en este campo. Y si existe un organismo privado que apuesta por la cultura y el turismo de calidad promocionando con sus propios fondos rutas y conciertos por la zona más desfavorecida del casco, el Ayuntamiento lo ningunea, cuando no lo persigue.

Al cordobés le importa la vivienda digna y al alcance de todos. Pero es una fundación privada, Vimpyca, quien ha construido en este tiempo más viviendas sociales que la empresa municipal, mientras que los ascensores prometidos no terminan de llegar a los edificios antiguos, y se deniegan por absurdos matices interpretativos licencias de apartamentos sociales que una fundación iba a dedicar a los más necesitados.

Al cordobés le preocupa que la juventud pueda practicar deporte, y le gustaría poder estar orgulloso de las entidades que llevan el nombre de su ciudad. Pero las instalaciones deportivas se anuncian para nunca realizarse, los juegos deportivos municipales se suspenden por falta de planificación, y desde capitulares el apoyo al deporte se queda en fotos y promesas.

Al cordobés le preocupa que el ayuntamiento responda a sus necesidades con eficacia, rapidez y profesionalidad. Que los centros cívicos tengan personal suficiente que eviten larguísimas esperas. Que los policías estén presentes en las calles, en número bastante, y pagados con puntualidad, para cubrir cualquier acto ciudadano. Que sus bomberos cuenten con efectivos suficientes y equipos que garanticen su seguridad. Que sus colegios tengan las mejores instalaciones posibles al servicio de los niños. Que los parques y jardines sean un pulmón de aire puro, belleza y sosiego para la ciudad. Que las fiestas populares no se conviertan en macro botellones y mantengan su esencia.

Son elecciones municipales. No necesitamos grandes discursos cargados de ideales etéreos y demagogia.No necesitamos más observatorios, plataformas o comisiones que malgastan los recursos para decirle a quien manda lo que quiere oír. No necesitamos más ataques ni ofensas hacia determinados colectivos. Necesitamos gestores. Necesitamos personas capaces de asignar los recursos de la manera más racional y eficiente para cumplir los objetivos.

¿Usted sabe de algun@?