¿Debate o telenovela turca?


 “¿Habrán sido las torrijas?” Preguntaba el CSI Brown.  “No creo, Warrick, respondía Grissom"

“Familia, vamos a ver el debate, que mañana tengo que escribir sobre él”.  Y tras una intensa deliberación, en mi casa, que es una democracia, se vio el debate. Eso sí, sólo en el teléfono móvil del abajo firmante, porque una mayoría tan aplastante que habría bastado para cambiar la constitución  eligió otra opción.

El caso es que no fue buena idea, porque se quiera o no, uno desvía la atención hacia la pantalla grande, y al final no tiene muy claro lo que está viendo. Así, en algunos momentos el candidato Juanma Moreno transmutó  concursante aventajado de “Master Chef”  Parece claro ganador, por lo que su papel es no arriesgar, ciñéndose de forma estricta a la receta que ha recibido de sus asesores.  Y así lo hizo, esquivando los charcos que encontraba a su paso, pero sin salir del área. En la línea del primer debate, Moreno  no lució de forma especial pero tampoco metió la pata, lo que para el caballo ganador, que además presume más de gestión que de ideología, hasta el punto de ocultar las siglas del partido tras su propio nombre, puede no ser mala estrategia en absoluto. Pero aburre al espectador. Es cierto que no contestó preguntas directas que están en boca de todos los votantes, como si se inclinaría a pactar un gobierno con Vox o buscaría otros apoyos. Pero no contestando ya fue más sincero que quien dijo que no dormiría tranquilo gobernando con Podemos.

Mucho más activo dialécticamente estuvo su anterior vicepresidente y ayer esforzado adalid, Juan Martín. Entró a debatir a diestro y siniestro (y a diestra y siniestra) con la energía que no quiso emplear Moreno. No dudó en replicar a Olona, Nieto, Rodríguez, y especialmente a Espadas, que se llevó un par de buenos revolcones al intentar arrimarse en un cuerpo a cuerpo.  En ese momento levanté la vista, y la tele grande ponía un capítulo repetido de CSI. En la sala de autopsias el criminalista Grissom afirmaba que había quedado un cadáver precioso. Fuerte y sano, salvo por el hecho preocupante de que no respiraba.  “¿Habrán sido las torrijas?” Preguntaba el CSI Brown.  “No creo, Warrick, respondía Grissom. Quizás el problema radique en que su  esforzada defensa del gobierno actual y del voto útil anima a votar al PP, no a su propio partido,  y en que Ciudadanos  es ya un enfermo terminal, que arrastra una caída al precipicio desde que Albert Rivera desistió.

Olona mejoró un tanto su actitud respecto al primer debate. Sonaba menos teatral e impostada que la primera vez. Tampoco mucho. Tuvo momentos de “Macarena contra el mundo”, y se atrevió a plantear cuestiones que el actual consenso no contempla. Sin embargo le sigue faltando rodaje,  no termina de saber medir sus tiempos en un debate, y no valora que su actitud puede espantar al votante “no tan cafetero”. Supo, eso sí, ser el centro de atención de los cara a cara. En ese momento, el resto de la familia veía El Hormiguero, donde una invitada participaba en  las actividades propuestas por descabelladas que puedan parecer, acaso sin darse cuenta de que el verdadero protagonista del programa es Pablo Motos.

Teresa Rodríguez es ella, con sus tópicos y sus estereotipos. Responde a un perfil muy concreto de militante de la extrema izquierda enfadada con el mundo. Fue la única debatiente que hizo una lejana referencia a las cofradías, y al hacerla mostró su absoluto desconocimiento de este movimiento.  Comparte algo con Olona, y es que no le importa interrumpir a quien esté en uso de la palabra. Es lo único en lo que se parecen. Por lo demás resulta faltona.  Mientras, en  el programa de citas a ciegas y búsqueda de parejas de la cadena Cuatro First Dates, una choni con vaqueros de pata de elefante había acudido a una cita consigo misma, siguiendo el consejo sexual de un famoso director de cine y saxofonista americano, cuya anterior pareja lo acusó de abusar de su hijo común, y la actual es hija de la primera. 

Inmaculada Nieto piensa de forma muy parecida a Rodríguez, pero resulta mucho más educada. Educada, que no moderada, tal y como dijo ella del candidato Juanma.  Da la impresión de ser alguien a quien le se le puede comprar un coche usado.  Sin embargo tuvo la habilidad de llevar al candidato popular a comprarle su discurso del lenguaje inclusivo, rectificando su “Señores” por un “Señores y señoras”.  Nieto insistió varias veces en la idea de que es la reencarnación andaluza de Yolanda Díaz, y que esta inspira las políticas que la candidata gaditana postula, lo que en una coalición que parecía  tener cierto referente en el andalucismo puede aportar menos de lo que resta. Coalición que por otra parte es un conglomerado de siglas diversa cuya gestación recuerda a lo que en ese momento veía en la tele la parte sensata de mi familia: Una enrevesada telenovela turca, con nombres que nos resultan tan extraños como Samiyé, Demir o Mujgán.

Con lo tranquilo que estaba Espadas en el ayuntamiento de Sevilla, ¿Quién le mandaría aceptar el marrón de capitanear el aparentemente seguro hundimiento socialista? El hombre hace lo que puede, intentando lidiar con un Juanma Moreno que salió a la arena dispuesto a que no le dieran ni un pase. Es difícil representar hoy en Andalucía al Partido Socialista. Eludiendo las referencias a los casos de corrupción de esta tierra, centró su argumentario en que los éxitos de los últimos cuatro años se debían al gobierno central. Confieso que ahí no pude mantener la atención. En otra cadena cuyo nombre no recuerdo  ponían un programa sobre una casa de subastas de Las Vegas, en los que un joven regordete y algo desvergonzado  le decía a su jefe cincuentón: “No lo sé, Rick. Parece falso”