La Feria que es todas las Ferias


Nos bajamos del autobús especial de Feria en avenida Medina Azahara ya entrada la mañana y uno de mis amigos decidió, influido por su cuestionable estado, que no podía irse a la cama sin antes «desayunar» caracoles.

Con ese fin doblamos la esquina hacia Gran Vía Parque en busca de un bar que estuviera abierto a esas horas mientras el mismo amigo se iba deteniendo cada dos por tres para hacernos llegar profundas reflexiones. Tantas, que tardamos cuarenta y cinco minutos en recorrer los trescientos metros que separan la glorieta Ibn Zaydun de la calle Antonio Maura. Y no fue más tiempo porque el último tramo lo hizo metido en un carrito de supermercado (sí, uno de esos de rejilla) que nos encontramos en la acera y que lo demás empujamos hasta que encontramos el deseado bar.

Yo ni siquiera entré, sino que me fui directamente a dormir. Pero ellos no tenían ninguna intención de terminar la fiesta. De eso hace unos quince años. Supongo que ya habrán salido de allí.

Y que lo del carrito habrá prescrito.

En esa línea, podría contar decenas de historias de nocturnidad, juventud y soltería sobre mis ferias de mayo cordobesas. Pero prefiero centrarme en otra más reciente y nacida de mi capacidad innata para caerle bien a la gente (vale, a la mayoría de la gente, porque los hay que me quemarían vivo).

La cuestión es que hace un par de años tuve unos clientes que me pidieron un paseo guiado sobre la Feria de Córdoba. Para atar algunos cabos, quise visitar la ermita de la Virgen de la Salud, que da nombre al cementerio adyacente y que un servidor desconocía. Lo hice el 24 de mayo y «pillé» a los hermanos Esclavos de la Eucaristía y Santa María Virgen preparando la celebración del día siguiente.

Porque el 25 de mayo es la fecha en la que, según la tradición, se encontró una pequeña imagen de la Virgen en un pozo frente a la Puerta de Sevilla, allá por 1665. Las aguas del pozo resultaron ser curativas y de ahí la advocación que se le dio y la construcción de la ermita. Durante mucho tiempo hubo festejos en torno a Pentecostés, que era cuando habría tenido lugar la consagración del templo. Pero finalmente se fijaron en el final de mayo para conmemorar el hallazgo.

Aquella romería o pequeña feria (una de las varias que había en Córdoba, como la de la Fuensanta) se fundió con la antigua feria de ganado medieval y se asentó en la zona del actual Paseo de la Victoria; entre otros motivos, porque era un lugar cercano a la plaza de toros de aquel momento. Resultó así lo que hoy conocemos como Feria de Nuestra Señora de la Salud, durante la cual, aunque el hecho es poco conocido en la ciudad, todos los 25 de mayo sigue teniendo lugar una misa en la ermita. Y eso eran lo que los hermanos estaban preparando.

En ese orden de cosas, es interesante comprobar cómo, a finales del siglo XIX, el evento todavía se anunciaba a menudo en los carteles oficiales como «Feria de ganados» y que hasta mucho después la agenda incluyó «Exposición de ganados» o, en algún caso, «Exposición de plantas y cultivos». Varios carteles de aquel tiempo, por cierto, fueron obra de nuestro insigne Julio Romero de Torres y su hermano Enrique.

Pero incluso más curiosa me resulta la mención que se hace casi por casualidad en un precioso libro sobre leyendas que mi padrino, Alfonso Fernández Zamorano, me regaló el día de Reyes de 2007. Concretamente, en el relato «El pozo de las vírgenes», de Rafael Vida, publicado originalmente en 1869 en la revista cordobesa La Tradición (Revista Católica). Al comienzo del mismo se señala que en 1867 «La piqueta del ornato, CON PRETEXTO DE AMPLIAR EL REAL DE LA FERIA, se ocupaba en acabar de destruir el edificio que fue convento de la Victoria…» (convento, por cierto, al que el Paseo y los Jardines deben, como resulta obvio, su nombre).

Pues la cosa es que a los hermanos que cuidaban de la ermita de la Virgen de la Salud, en su mayoría de diferentes zonas de América y que luego se trasladarían al monasterio del Císter, les agradó mi curiosidad por aquella historia y me dejaron acceder a fotografiar el coqueto pozo y la hermosa esculturilla a pesar de lo atareados que estaban. A la semana siguiente les llevé unos dulces del pueblo de mi padre para darles las gracias por su gentileza. Meses después me encontraba a menudo a alguno de ellos por la calle y todavía se acordaba del amable episodio.

A pesar de todo lo ya esbozado sobre las idas y venidas históricas de la feria de Nuestra Señora de la Salud, una de las confusiones más habituales es reciente, pues tiene que ver con su ubicación actual: debemos recordar que se trasladó del Paseo de La Victoria a El Arenal hace un cuarto de siglo. Y que, por otro lado, la calle San Fernando es conocida como «de la Feria» debido a que en esa zona se ubicaba el original evento comercial en la Edad Media. Sin embargo, muchos jóvenes cordobeses creen que el popular y secular sobrenombre de la vía se debe… a que sirve para «bajar» hacia la Feria.