Los cofrades, ¿homófobos?


Cuando los tiempos eran especialmente duros para las personas homosexuales, rechazadas por gran parte de la sociedad, las cofradías supusieron para muchas de ellas un refugio. Desde hace mucho, y en algunas corporaciones, desde siempre, grandes hermanos mayores, vestidores, diseñadores, bordadores, floristas, imagineros, y también anónimos costaleros -y más tarde,  costaleras-, eran entonces, como son ahora, indisimuladamente homosexuales. Las primeras salidas del armario en democracia, muy probablemente fueran del armario de priostía de una hermandad. Y  casi nunca supuso un problema ni para ellos ni para las corporaciones, que por encima de cualquier otra consideración los veían, como los ven hoy, como  hermanos en la fe, que vivían su espiritualidad, su amor a Dios y a la Virgen a través de la piedad popular y la devoción a unos titulares.

Las hermandades fueron siempre,  y son también ahora, una escuela de tolerancia. Bien es cierto que, como toda obra humana, es una escuela imperfecta, pues el amor entre hermanos, con independencia de su orientación, nunca se ha logrado en plenitud en ningún ámbito de la sociedad, sea religiosa o civil. Pero los cofrades podemos afirmar sin ambages que muy pocas entidades, incluso partidos políticos, pueden  darnos lecciones de respeto hacia este colectivo.

Pero el respeto, el amor al hermano, su comprensión y acompañamiento, no está reñido con el magisterio de la Iglesia. De esa Iglesia a la que las cofradías pertenecen de forma indubitable. De esa Iglesia que, a través de las hermandades, ha servido de cauce de esa comprensión. No está reñido, ni puede estarlo, con la concepción de que existen verdades objetivas. Verdades derivadas del orden natural. Y una de ellas es que se nace hombre o mujer, iguales en dignidad y derechos. Diferentes y complementarios entre ellos. Para el católico, imagen del Dios Trinidad.

La ideología de género no es la defensa del colectivo homosexual, sino una propuesta que mantiene que el sexo o género de cada persona (ojo, el sexo o género, no la tendencia o la orientación sexual. Qué se es, no qué le gusta a cada cual) no viene predeterminado por circunstancias biológicas o genéticas, sino que es una elección psicosocial. No hay lugar para las condiciones objetivas, sino que todo es relativo, y fruto de una opción. De una elección que se hace a la edad que uno quiere. Y en esto se opone no sólo a la religión católica, sino a casi cualquier religión o incluso corriente de pensamiento distinta del relativismo.

Se impone, además con la fuerza del totalitarismo más radical. ¿Se imaginan esa furia inquisidora para quienes discreparan de leyes de mucha mayor trascendencia, como la Constitución? ¿Se imaginan por ejemplo, al colectivo de monárquicos denunciando ante la fiscalía a quien defendiera los beneficios de una república?  Quien discrepa es abucheado y denunciado. Quién sabe si sería lapidado, si existiera aquí esa posibilidad. Quien afirma que la persona nace hombre o mujer es tachado de homófobo y retrógrado. Simplemente por oponerse al relativismo. Cuando la cabeza visible de la Iglesia, el Papa Francisco, conocido por su cercanía y por su marcado interés social, reafirma esta oposición de la Iglesia a la Ideología de género, sus palabras no reciben ningún eco, mientras que resuenan en todas partes cuando sus afirmaciones parecen tener un tinte más progresista.  Y si en lugar del Papa, tan popular y progresista, la afirmación  la hace un obispo no tan bien considerado por la sociedad, se le crucifica en efigie, en prensa, redes sociales, y partidos políticos de todo el espectro, y se le intenta ahora cobrar por ésta, y por todas las anteriores.

Por eso, con la tranquilidad de conciencia de quienes saben que pocos les pueden dar lecciones de tolerancia, porque fueron unas adelantadas en el respeto, las cofradías, a través del órgano elegido por ellas para que les represente, se han puesto  al  lado de su pastor. Con todo el amor hacia las personas. Con todo el respeto hacia ellos sean como sean. Pero de lado de la libertad de expresión por parte de quien rechaza la imposición ideológica de una ley que considera injusta. De quien cree que esa ley miente.  De quien piensa que no se puede legislar sobre cuándo es de noche o amanece, cuándo hace sol o llueve. O cuándo suceden ambas cosas, y se forma un arcoíris.