Música callada


Me resulta admirable el trabajo que desarrollan las bandas de música (también las agrupaciones musicales) en nuestra ciudad, un hecho que se hace extensivo al resto de la geografía y que en Córdoba ha experimentado un auge especial en los últimos años. Largas jornadas de ensayo, no siempre en las mejores condiciones, con el objeto de poner música al dolor, al llanto…, teniendo que recorrer kilómetros detrás de un paso, o haciéndolos en autobús para desplazarse a otra ciudad, pero engarzando las notas para que surja la mejor de las melodías cada uno de los días que hay una procesión.
Música nuestra, nacida en el seno de cofradías como en el caso del Cristo del Amor, Redención, Merced, Esperanza, Cristo de Gracia, Caído, Cena… Ejemplos de pasión por la música procesional que permiten que haya jóvenes que no son noticia, jóvenes comprometidos en un proyecto que los ilusiona y los forma.
En este entorno, personas anónimas que llevan el timón o simplemente contribuyen a que todo salga bien, todos necesarios e importantes. Y dentro de este grupo, músicos que despuntan, que son capaces de inspirarse y tienen la capacidad de componer hermosas partituras. Aquí me permito la licencia de personalizar, de nombrar a dos de estos compositores, fruto del aprecio que les tengo.
Por un lado, Alfonso Lozano Ruiz, con enorme proyección, autor de “El Mayor Dolor”, “El Santo Rosario”, “La Sangre y la Gloria”, “Spes nostra salve”, “Villaviciosa” o las últimas, “Medicina Dei”, dedicada al arcángel San Rafael, y “Mercedaria”, que acaba de entregar a la hermandad del Zumbacón.
De otra parte, Rafael Wals Dantas, que ha dedicado varias marchas a la Virgen de la Esperanza pero al que siempre agradeceré su composición a la Virgen del Carmen en su Coronación. Así lo expresé en su momento, identificándola como “sones que me erizan el vello”, y recordándola ante la misma imagen en mi exaltación de 2015 con estas palabras “cosas que salen del corazón; del corazón de un niño que ha crecido contigo y que al conocer bien a su Madre, es capaz de componer el más bello tesoro sonoro que jamás se pueda imaginar. Él que tantas veces te rezara en sus años como alumno del colegio, fue capaz de orar con las notas regalándote esta bella composición”.
Concluyo con el título de esta entrada, la “música callada” que diría San Juan de la Cruz; porque en cada momento de la Pasión o de la Gloria, seamos capaces de descifrar el misterio que entrañan los versos del místico:
“… la noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.”