Un triunfo que nunca llegó


En esos días se pronunciaron algunas instituciones a favor de levantar un nuevo triunfo, esta vez al principio de la avenida de Carlos III

atentado
El lugar del atentado, en la actualidad. /Foto: LVC

Córdoba sabe mucho de triunfos, de esos monumentos característicos que jalonan diferentes puntos de nuestra ciudad y que han ido emergiendo desde el siglo XVII para honrar al arcángel San Rafael, nuestro protector. No hay cordobés que desconozca quién es ese ángel que extiende sus alas para resguardarnos de los peligros. Quizá la pandemia con la que convivimos nos ha podido acercar a ese mensaje que recibiera el padre Andrés de las Roelas, del propio arcángel, haciéndole saber que libraría de la peste a la población. Hemos recibido una tradición que aún en la actualidad cobra sentido ante adversidades que no han llegado a ser tan dramáticas como se preveían y que el pueblo cordobés ha atribuido a la custodia del santo. Me referiré a una de ellas.

Ya han pasado veinticinco años desde que en una mañana de mayo, cuando Córdoba se despertaba, sufría un zarandeo de manos de la banda terrorista ETA. Una explosión segaba la vida de un militar y dejaba unos cuantos heridos. Jamás voy a olvidar, como tampoco lo ignorarán los que lo experimentaron, ese estruendo que llegaba desde un lugar cercano, a unos seiscientos metros de la parada de autobús que me conducía hasta la facultad en la que me encontraba estudiando en ese momento. Sin saber qué había ocurrido, seguí mi camino. Poco después conocía la fatal noticia acerca de lo sucedido. Fue un día muy complicado: de incertidumbres, desazón, inquietud… Nunca antes había ocurrido algo similar en nuestra localidad; estas terribles noticias siempre nos llegaban de otras zonas y no es lo mismo oírlo que vivirlo por muy empáticos que seamos con los demás. Cuando con el paso de las horas se comprobaba que podríamos estar hablando de una masacre, fueron muchos los que intuyeron la protección de San Rafael. Recuerdo con terror la detonación controlada que se hizo a última hora de la tarde, de esa larga jornada, con el explosivo que no llegó a cumplir la misión para la que había sido depositado en un coche estacionado en la zona. Incluso sabiendo que los especialistas supervisaban la acción, fue inevitable sentir un escalofrío al ver temblar los cristales de las ventanas de casa ante el estrepitoso ruido que se volvía a escuchar.

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Avenida de Carlos III, en una imagen de archivo./Foto: LVC

Ya han pasado veinticinco años y los cordobeses aún estamos en deuda con el arcángel. En esos días se pronunciaron algunas instituciones a favor de levantar un nuevo triunfo, esta vez al principio de la avenida de Carlos III, escenario del fatal atentado y entrada a la capital desde el norte. No lo digo de oídas sino por haber sido testigo de esta declaración. Un cuarto de siglo después no hay proyecto para tal fin, al menos que yo conozca. Aunque Córdoba le deba un triunfo, San Rafael nunca nos negará su custodia. Bajo su amparo nos seguimos acogiendo.