Les molesta la risa


Todavía colea la polémica que ha suscitado entre la muchachada sociata, subvencionados y subvencionadas y vigilantes del nuevo orden moral, la campaña contra la violencia machista de la Junta de Andalucía. He mirado en Google para ver cómo va la cosa y, ciertamente, hay todavía gente que no está haciendo uso de agosto y en vez de poner fotos del chiringuito en Facebook bajo el epígrafe de ‘Aquí sufriendo’, están ahí, repartiendo carnés de dignidad y manuales de cómo debe ser una maltratada, cuanto debe sufrir y hasta cuando debe hacerlo.
Ya dejó claro la señora Calvo que el feminismo es socialista o no es, o sea, que el feminismo es lo que dice ella y si no, se lleva el balón. Esto es algo que ya sabíamos muchos e incluso hemos dicho: no nos creemos vuestro feminismo de izquierdas, de pose, excluyente, sectario, castrador y doctrinal. Lo hemos dicho algunos pero los partidos políticos han callado. Porque han preferido jugar al juego de la pelota que marca la señora Calvo en ese y en otros temas, e ir de guays. La derecha, el centro derecha, cuando va de guay, la joroba. Les apalean en las manifestaciones LGTB y les afean las campañas antiviolencia. Y se quedan entre amohinados y en estado de shock, como diciéndose a sí mismos “pero si hemos hecho lo mismo que ellos hacen…”.
Y en efecto, una campaña de 2017 del Gobierno de Aragón iba por los mismos derroteros: señoras sonriendo a la vida tras los malos tratos, porque la vida, afortunadamente, no se acaba después del sufrimiento. De hecho, sabe mejor. Campaña aragonesa auspiciada por el socialismo correcto y feminista. Chúpate esa y ven a por otra, maño. Y maña.
Es una batalla perdida entrar en el terreno de la doble vara de medir y esperar el carné de progre correcto. Cuando no les ofende la sonrisa de las señoras, les parece un escándalo que sean modelos publicitarios, como si las modelos de publicidad, por cierto, no tuvieran derecho a ganarse la vida. Ellos y ellas que son todo pose en coloquios y charlas, en la afectación de libros soporíferos presentados, en infumables conferencias onanistas.
Les molesta que la gente sonría. Pero no después de los malos tratos. No soportan la risa porque les han quitado el poder de 40 años y claro, se lo toman como algo personal. Tan acostumbrados que están a que los súbditos acepten calladamente su manual de moralidad oficial e indiscutible, llega la democracia y les deja en la oposición y en muchos casos, en la difícil tesitura de buscarse la vida. Esa vida que ellos piensan que no debe volver a sonreír a las maltratadas, a las que les gustaría encerrar en un convento laico de silencio y sufrimiento.
En la próxima campaña yo pondría a Mónica Belluci. Y que rabien de envidia.