Diario de un confinamiento: Día 2. La comparecencia.


Los vecinos de arriba tienen un niño pequeño. A las siete de la mañana el chiquillo está en planta y recorre el piso con una moto de juguete.  

Por los pasos que me llegan, los padres corren detrás de él. A las dos de la tarde no oigo ya los pasos de los padres sino unos sonidos guturales que traducidos al castellano se podrían entender como “dejayalamotoooo”. Igual es japonés, pero las veces que me he encontrado con ellos en el ascensor me han parecido vecinos blancos caucásicos. Pienso en lo largos que se le van a hacer los días a estas criaturas. Y a mí. Algo comparable a esperar que Sánchez comparezca para explicar lo del estado de alarma.

A las dos, primera  hora prevista de dicha comparecencia, lo único que ha trascendido es que Iglesias ha ido al consejo de ministros con sus santos pelos saltándose la cuarentena . Desconocíamos entonces que dispondríamos de permiso para ir a la peluquería, lo cual seguramente es que el hombre, después de unos tristes días en Galapagar, necesitaba arreglarse las puntas cuando acabase la reunión. Tendría que ser en una peluquería de algún Supercor Express por la hopra que acabó el asunto y la pelea que las fuentes nos estaban transmitiendo por el Twitter: un pulso por nacionalizar suministro eléctrico, medios de comunicación y dejar a vascos y catalanes a su bola la gestión coronaviral para no molestar a los aspectos diferenciales ni independientes. Esto fue traducido horas más tarde por Sánchez como “debate enriquecedor e intenso”. Hasta esa definición yo había calentado el cocido de mi madre tres veces en el microondas, comido dos mandarinas, bebido tres tés y una pepsilight. Por culpa de Sánchez estaba a punto de acabar con mis víveres de cuarentena. Antes salió el presidente Juanma en el Canal Sur para explicar todo bien explicado, entre otras cosas lo de las procesiones, y avisarnos que entrábamos en el nivel 2, que dicho así, pues acojona un poco. Pero por lo menos apareció un presidente porque del otro todavía no sabíamos nada. Es lo bueno de tener y pagar a tantos presidentes en España: hasta Torra puede entretenernos.

Básicamente, el resumen del estado de alarma es que España queda en manos de cuatro ministros. Eso está bien porque puede sentar un precedente importante: sobran ministros y nos vamos a dar cuenta de eso. La mala noticia es que uno de los ministros de guardia es Ábalos, con el que nunca se sabe o sí se sabe o depende.  Otro dato trascendente es que a pesar de la reducción de movilidad transitorial de los seres humanos de España, las mascotas y sus dueños sí tienen garantizada plena libertad de movimientos y  la gente como Pablo Iglesias que necesite arreglarse las puntas: las peluquerías quedan en la lista de establecimientos permitidos. Y después del consejo de ministros de “debate enriquecedor”, Iglesias va a necesitar más cosas. Una tila, quizá. De vuelta a Galapagar, a la cuarentena y con la señora con fiebre. No es el mejor escenario para un hombre sencillo de Vallecas.

Tras ocho horas de espera, con los datos de bronca que se conocían y las cifras de contagios creciendo, debo decir que me gustó el presidente. Supongo que porque por primera vez ha antepuesto esta nación a los bolivarianos y a los separatistas, pero pandemia obliga. Igual, para Sánchez, el precio tras la tempestad sea la ruptura del gobierno. Y por lo mismo acaba en su casa, como todos nosotros estamos ahora.