Diario de un confinamiento: Día 16. Chandalismo de supervivencia.


El chándal de defensa personal.

Día 17. Chandalismo de supervivencia.

Hoy he tenido que salir y me he puesto el chándal de guerra bacteriológica. Es de color negro y caben como cuatro tipos como yo dentro. Lo adquirí hace 11 años y servidor estaba más ancho de huesos. Me entran ganas de cantar hip hop. Si me para un policía  y me pregunta que a dónde voy le contesto ‘yatusabe’. El chandalismo.

Sé que media humanidad anda en casa en chándal. Esto es así. Hasta Fernando Simón en sus comparecencias dadaístas.  Si algo va a conseguir el confinamiento será convertirnos en El Vaquilla. A nosotros. A ellas en unas Rosalías de la vida reclusa. Pero en mi caso, el chándal es pieza de supervivencia para salir a comprar urgentemente. En cuanto llego lo meto en la lavadora y hasta la próxima. Por lo general intramuros voy en sudadera y a veces me visto de calle para no salir a la calle pero parece que voy a bajar a  los Hermanos Bonillo y pedir un cortado. Sé que eso es imposible, pero también parecía imposible ver a Pablo Iglesias en el Gobierno y ahí está el muchacho. Y nosotros en chándal.

Es inevitable: un bolivariano en vicepresidencia y el estilismo general de la población se transforma en Maduro Pret á porter. Y he visto que era tendencia en el supermercado. Que por cierto, todo el mundo acaparando papel higiénico pero nadie ha hablado del rollo de cocina. Y quedarse en estos tiempos sin rollo de cocina es renunciar a parte del kit imprescindible de confinamiento.  Para pasarlo por los poyetes, la vitro, reutilizarlo de servilleta y después de muro preventivo ante un estornudo. Hay veces que acaba de marcapáginas. Un confinado sin rollo de cocina corre el riesgo por tanto de perder el hilo de la última novela de Pérez Reverte. Así que he acudido a por rollo de papel de cocina y a por té chai, porque soy un confinado multiusos y sibarita. El té no es un artículo de primera necesidad pero si ya nos quitan el té chai además de la libertad, yo por lo menos apago y me voy.

He sido de los que se han quedado sin guantes ni mascarilla, pero el chándal me tapa las manos y la cara a la altura del flequillo. Podría ser el rapero de Sleepy Hollow. Las señoras, de hecho, me miraban raro. Yo a ellas no las veía bien y me di cuenta  de ello cuando en vez de rollos de cocina llevaba pañales para la noche. Pero prefiero ir parapetado porque no quiero contagiarme, como comprenderán. Y no porque le tenga miedo a la muerte, pero que me incineren en chándal sería un lamentable colofón para mis 51 años de grandes éxitos.

Igual les parece que esto último es un ejercicio innecesario de humor negro. Puede ser, pero peor es ver a Sánchez en la tele un sábado por la tarde. Y sin escapatoria. Sabiendo que de aquí a unos meses todos vamos a ir en chándal como venezolanos chavistas.