Diario de un confinamiento: Día 22. Cuando te roza la bala.


Llamadas que no gusta recibir...

La mejor forma de levantarte un viernes no es conociendo que alguien a quien quieres le ha tocado el bicho. Ni la más relajante manera de acostarte unos días antes es que te llame una amiga con dificultad para respirar. Hasta ahora el virus chino son estadísticas, números, porcentajes, mapas y algunas imágenes ajenas a ti, lo que no significa que no seas consciente de la situación. Es paranoia al limpiar los pedidos que recibes, al lavarte las manos constantemente, al echar en falta unos guantes o una mascarilla más que a una  novia buena en estos días de confinamiento.

Pero hace dos días una amiga me llamó de noche, rabiando, a la espera de ponerse peor para llamar a la ambulancia según protocolariamente le habían indicado. “Si ve usted que está más de media hora sin respirar avísenos”. Yo la escuchaba hablar con dificultad, le animé a avisar inmediatamente a las urgencias, pero además de amiga es madre y en esto entran las variables que no salen en las estadísticas: cómo voy a dejar a mi hija sola, no quiero preocupar a su abuela, y si la niña lo ha pillado y me la aíslan…  Las madres se ponen enfermas pero no piensan en su enfermedad sino en los suyos. Hoy, dos días más tarde, le han hecho el test, ha dado negativo y ella, en cualquier caso, se encuentra mejor. Pero las 48 horas que ha pasado esa mujer han tenido que ser inolvidables a pesar  de la extraña amnesia que suele provocar la fiebre.

Hoy me levanto conociendo la afección de un amigo. Me lo cuenta su mujer, conteniendo a duras penas las lágrimas. No ha roto el confinamiento, ha sido cuidadoso y nadie ha tenido síntomas en su también confinada familia. Neumonía bilateral. Le ha tocado el número sin jugar. O cuando menos, sin jugar al riesgo al que otros muchos se exponen.

Y te das cuenta de qué va esto, de la absoluta irresponsabilidad que ha sido no prepararse antes y mejor en un país de fiesta y cachondeo hace no tantos días. Y no es que no nos hayamos enterado en estas enclaustradas semanas, pero cuando te roza la bala es cuando adviertes de lo peligroso, fulminante y caprichoso del virus chino. Y te roza la bala cuando alcanza a la gente que quieres, a los amigos que aprecias, a tu tribu en definitiva.

Y sabes que tú también eres un blanco. Y que te llegan muchos vídeos de cachondeo por whatsapp pero que el proyectil es muy serio. Y que la verdadera cara de esta mierda adquiere su  auténtica dimensión cuando te toca.