Diario de un confinamiento: Día 24. Lo importante y lo prosaico


Palmas

Amanece el Domingo de Ramos con lo importante y elevado y acaba con lo prosaico. La mañana soleada era un batir de palmas en las redes, un no resistirse al claustro forzoso, un estrenar cuando menos  la sonrisa, y la tarde se llena de chismes, habladurías y patio de vecinas. Tal es España. Para lo grande y lo pequeño. Para lo elevado y lo rijoso.

Empecemos por lo importante: es Domingo de Ramos, estamos en Semana Santa y eso no hay virus que lo impida. Y hay mucha gente buena. Gente que quiere que aunque no salga la Borriquita, ni el Cristo del Amor, lo rememoran, lo plasman, lo anuncian y lo celebran. Es encomiable el esfuerzo que muchos medios están haciendo para que no solo no olvidemos que nos trae el calendario sino que el encierro se haga más llevadero. Esta casa, por ejemplo, que conecta diariamente con la televisión de la Catedral para contar una Semana Santa que sí existe aunque no llene las calles. Y ahí tenemos a José Juan Jiménez Güeto, que se ha echado el optimismo, la fe y la devoción por montera y tira de archivo, y de invitados, y de equipo y está coordinando unas retransmisiones confinadas pero libres y llenas de ardor cofrade. Y eso es importante y es hermoso porque la vida se ha vuelto algo más fea y gris a pesar de la primavera. Y te das cuenta de que a pesar de todo vamos a salir de ésta. En realidad ese es el mensaje del que entra recibido entre palmas: no tengáis miedo. Saldremos de esta y de muchas más.

Andaba yo entre libros y el streaming cofrade cuando comienzan a llegarme los chismes y habladurías. Como un torrente. Como si de repente todos los contactos se hubieran puesto de acuerdo para enviar memes, chistes, tuits y fotografías de pruebas irrefutables. Asunto del corazón al más alto nivel: el vicepandemias se ha liado, parece ser, con la hija de Verstringe, que es políglota -tal cual- y hay un follón en Galapagar, con la viceigualdad con tres chiquillos y un drama. Y de repente la crisis del virus chino toma un cariz de jorgejavierismo  y aquí hay tomate. Y yo me siento un receptor bipolar que no puede escapar. No puedo escapar porque no debo desconectar del todo. No puedo escapar porque no me dejan ir ni a Portugalete. Y tengo la impresión de que ahí afuera hay un mundo de privilegiados, que no casta, que tienen libertad, espacio, tiempo y desvergüenza hasta para asuntos bajunos.

Desde luego que no doy más pábulo al asunto que el que merece, que es nada. Que cada uno haga, en ese sentido, de su capa un sayo. Pero me paro a pensar que todo esto nos está afectando demasiado y en extremos que no pensábamos. Resulta que uno esperaba tener un domingo tranquilo y esperanzador a pesar de la tristeza del confinamiento y acaba inundando de documentos digitales y mensajes que nos informan de que  doña Irene Montero no puede entrar bien ahora por la puerta de su casa si no se agacha antes.

Cuanto daño está haciendo el virus. Pero cuanto más daño ha hecho el espíritu de Tele 5 en general, que ya no podemos tomarnos un asunto de salud pública ni un Domingo de Ramos con seriedad sin que nos salpique lo prosaico del esperpento rijoso.