Diario de un confinamiento: Día 36. Hablar.


Casi mejor que el espectáculo programado de los aplausos es lo que a veces sucede después: los vecinos hablan desde los balcones. Es una especie de prórroga no incluida en el guion oficialista y que ocurre de manera espontánea. Unos 20 o 25 más de cháchara, en chándal, zapatillas y tintes en vía de extinción. Que si los niños, que si mi marido, que ayer vimos esta serie, que hoy he puesto patatas guisadas.

Para los que tenemos cierta edad y nos hemos criado en determinados barrios, esta es una escena conocida porque fue cotidiana. Los vecinos salían a la puerta, sobre todo en verano, y convivían compartiendo conversación. Algunos expertos incluirían esto en el interaccionismo simbólico, porque ese compartir modela al vecino y a la vecindad. Pero yo no soy ningún experto ni entiendo mucho de significados compartidos. Solo tengo memoria y los recuerdos me han saltado cuando hoy he reparado en el post-aplauso y en otros tiempos más sencillos, más humanos, más cercanos, más directos, menos sofisticados. La reclusión forzosa en muchos casos supone incomunicación real, o cuando menos, no digital. Y entonces los vecinos aprovechan la salida al balcón para mirar caras que no son una pantalla y voces que no suenan por un pequeño altavoz. Oh, el otro (el ‘otro generalizado’ por seguir un poquito pedante).

Desconozco si esto supondrá un cambio para bien cuando esto pase, en el sentido de recuperar lo cercano. No pinta bien la cosa para las cercanías desde luego, sino para las distancias medidas por decreto ley. Y en cualquier caso, soy de los que opinan que esto nos va a enseñar una lección que nos va a durar dos días. Pero en estas duras semanas, presenciar a los vecinos hablar de balcón a balcón, sus risas, sus exclamaciones y su verdadera voz nos reconcilia con una época que fue y que parecía completamente sepultada. Igual ha asomado un poco la cabeza y después del confinamiento volvamos a ser los zombies cabizbajos que caminamos por la calle sin hablar. Y con un agravante: solo podremos decir lo que los confirmadores del relato oficial nos permitan. Ni al vecino ni al perro.