Diario de un confinamiento: Día 46. Lo de los bares.


Juan Marín, durante la comparecencia. / Foto: LVC

Al bioquímico Mariano Barbacid  no le cabe en la cabeza (privilegiada) que posee que los científicos estén confinados en España y los principales centros de investigación cerrados. Sobre todo porque los científicos no suelen cantar el nuevo Cumbayá ni hacer pan con masa madre pero sí son expertos, en muchos casos, en realizar tests PCR con las máquinas de las que disponen en esos laboratorios.

Al resto de los mortales lo que le preocupa es lo de los bares.

La Junta de Andalucía ha propuesto una plan de desescalada hostelera. No es fácil, desde luego, compaginar pandemia con terrazas. La actividad económica está paralizada y en nuestra Andalucía la actividad económica se realiza tomando cañas y una de cochifrito. Hay otras actividades económicas, pero están en esta. Existen otros mundos, pero no están aquí.

Hoy todo ha sido un chorreo de mensajes y opiniones sobre las propuestas que adelantó el presidente Juanma Moreno el pasado domingo y que ha propuesto al doctor Sánchez y al doctor Simón. Es posible que el doctor Simón se manifieste al respecto y nos diga que como mucho dos cruzcampos no matan a nadie. Sánchez, el Empático, es posible que lo que le proponga Juanma le entre por un oído y le salga como un bulo por el otro, porque Sánchez, el Líder, no es muy de atender lo que no provenga de su propio YO.

Entre las medidas propuestas por la Junta están la de tomarnos la temperatura a los clientes y controlarnos el tiempo de los desayunos y el aperitivo. Controlar el tiempo de los desayunos se nos antoja un asunto harto difícil si se hace entre el personal de la propia Junta u organismos públicos. Si alguien, alguna vez, en su vida, ha conseguido cronometrar el tiempo del desayuno de un funcionario, entonces es que nos encontramos ante un fenómeno digno de Cuarto Milenio. Pero Iker Jiménez no ha sido tampoco capaz. Uno de los insondables misterios contemporáneos, junto con la desaparición de Jimmy Hoffa, es saber cuanto tarda un funcionario en desayunar.

El otro asunto peliagudo es que nos midan el tiempo del almuerzo-aperitivo-cena. En España. En Andalucía. No me digan ustedes que no les suena a imposible. Y eso teniendo en cuenta que antes de que nos pongan las aceitunas nos han colocado un termómetro en el sobaco para ver si damos unas décimas.

Entiendo que el ánimo de la Junta, su presidente y su gabinete de crisis es bueno. Es loable. Nace de la sana intención de que la máquina comience a funcionar. Pero el virus chino es digno hijo de Fu Man Chú, o sea, maligno. Y no entiende de estadísticas ni aplausos. Y reconozcámoslo, como nos den permiso para ir a los bares van a faltar terrazas hasta en Portugalete.

Es complicado y deseando estoy de tomarme unos fritos de ternera en Chico Medina o media de pizquitos en La Constancia, cerca de la Plaza de Andalucía. Pero antes espero que dejen trabajar a los científicos que ahora están confinados para que eso pueda ser sin mascarilla, sin un termómetro por el recto y mirando el reloj con la tostada en la boca para que entre el siguiente turno.