Pijotas comunistas, pijotas neoliberales


Pedro García. /Foto: LVC

Hace algunos años, Rafael Gómez ‘Sandokán’ instauró la pijota como unidad de medida de los asuntos. Asuntos reservados, tratados con camaradería y en privado. En concreto el señor Gómez, en su primera rueda de prensa como edil del partido que él también fundó (Unión Cordobesa), vino a explicar que su vida como constructor se había basado básicamente por el mandato filosófico del ‘tirapalante’ que altas instancias públicas usaron a modo de exhortación para que él ejerciera de dinámico empresario. Era 2013 y Gómez ya había tenido líos por la obras ilegales de las antiguas instalaciones de la Colecor, andaba  inmerso judicialmente en la cosa Malaya y por construir una urbanización sobre chaparros centenarios en la Carrera del Caballo sin licencia previa. En concreto don Rafael vino a decirnos en aquella comparecencia que Rosa Aguilar, a la sazón alcaldesa de Córdoba y por aquel entonces en Izquierda Unida, estaba enterada de todo y que además, cuando fue a comunicarle una rebaja de la sanción que le había sido impuesta, se fue de su casa ‘moraíta de pijotas’. Mucho ha llovido desde entonces y todo esto forma parte de las crónicas entrañables de un pueblo ictiófago y olvidadizo. Es importante, en cualquier caso, tener en cuenta las siglas políticas que se vieron salpicadas de pijotas, aunque quizá ya por aquél entonces Aguilar solo era una vaina extraterrestre a punto de convertirse en socialista. La mutabilidad es lo que tiene.

Bastantes años antes, los cordobeses asistieron al primer caso de presunta corrupción (por cuanto el asunto se archivó judicialmente en el 91 y en el 98) que se conoció como ‘caso Finacom’. Un asuntillo de permutas de terrenos. Del antiguo estadio de El Arcángel por otros de propiedad de la jerezana Finacom, que ya no existe. Lo denunció un concejal de los que ya tampoco existen: Antonio Moral Muñoz. Quiero decir que aquello lo vivimos como un pequeño escándalo en una Córdoba poco acostumbrada a esas lides pero que ya había pergeñado una red clientelar/vecinal gracias a la camaradería de San Anguita y sus empresas municipales, donde se colocó gran parte del pueblo llano. No existían las  redes sociales y solo había un periódico, por lo que los cordobeses conocieron poco o nada de aquello. Algunos nombres propios de aquella movida fueron Herminio Trigo, entonces en Izquierda Unida, y un tal Villegas, asesor de don Herminio. El PP de entonces solicitó que Julio Anguita y Luis Carlos Rejón -esencia de Izquierda Unida ambos- comparecieran en una comisión municipal para explicar cómo se saldó una póliza de 20 millones de pesetas (120.000 euros de ahora que no dan ni para una bota de Messi) que ambos suscribieron en el banco del Comercio junto a dos exdirigentes de -atención a las siglas- PCA. Ni para presuntas corrupciones hemos tenido suerte los cordobeses porque pasar de una póliza de crédito a un plato de pijotas va un trecho y no para bien, por muy frescas y de Fuengirola que estas sean. Pero, y aunque se archivó dos veces por falta de pruebas, es importante que además de en las pijotas, nos fijemos una vez más en las siglas.

Esta semana, el portavoz municipal de Izquierda Unida, Pedro García ha hablado de la política al servicio de los intereses privados. En concreto del urbanismo al servicio de promotoras y arquitectos, pero no ha especificado mucho más ni ha hablado de pijotas. Business is business ha sentenciado en un correcto inglés de la Fuensanta. El negocio es el negocio. Sostiene que ahora mismo el equipo de gobierno facilita la labor del negocio a algunos promotores privados. Como de favores y eso pero sin concretar. Puede que sea un festín de pijotas al que no estamos asistiendo, y se agradece que el señor García nos advierta.

Siempre es bueno que un comunista nos proteja con su doctrina y sus advertencias. Como la hemeroteca nos ha demostrado, saben lo que es la protección cuando de urbanismo y pijotas se trata. Todo acaba archivado y casi olvidado.