Vivir de rodillas


vox paula badanelli
Paula Badanelli. /Foto: LVC

Esta semana, la portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Córdoba, Paula Badanelli se ha subido al escenario, ha cogido una guitarra eléctrica y se ha marcado un punteo de los que hacen época. Debo decir que una de las cosas que me gustan de Vox y de su gente es que son como el punk más ruidoso, aunque esto tiene  mucho de sesgo cognitivo propio. La apreciación no es negativa por más que el punk, estéticamente, sea lo más alejado de un parlamentario de la formación de Abascal: es que a veces dicen lo que muchos callan y eso es como una dosis de decibelios que van directamente al estómago de la audiencia moderadita. Debo advertir también al amable lector que haya llegado hasta aquí que con Paula me une amistad por muchos motivos: hemos sido compañeros de trabajo hace muchos años en una radio que creyó en la verdad como ejercicio de libertad, amigos posteriormente, y es esposa del director (y amigo) de este medio. Quiero decir que no voy a ser, ni lo pretendo, objetivo en las próximas líneas. Además, este es un blog de opinión, o sea.

Badanelli ha estado en varias trincheras antes de recalar en esta portavocía y formación política: en la periodística y en el PP, lo que quiere decir que ha recibido disparos aunque también los haya lanzado en su momento. Paula esta semana, a lo que vamos, ha acusado al gobierno de Bellido – y en concreto “a alguien que manda más que el alcalde”- de comprar voluntades, mayormente. Acusación punk, ya digo. Zasca. Pumba. Tra-trá.

Badanelli lleva tiempo con la mosca detrás de la oreja y con información objetiva (no olvidemos que es periodista) sobre cómo se gastan los dineros municipales en medios de comunicación, empresarios y asociaciones. “Si me obedeces, te doy”, ha señalado, que dicho así suena un poco obsceno pero que tiene mucho de cierto, eso de dar y recibir y viceversa. La edil ha tirado de memoria histórica y ha hecho una comparación de las que, en principio, debería de doler a cualquier liberal moderado que se precie: “esto recuerda a la época de Anguita”. Ha tenido que ser una jerezana que no padeció a Julio Anguita quien recuerde y desmitifique al califa rojo. Porque, oh, en aquella dorada época califal, en efecto, si no tenías carné de camarada, no te colocaban en la cosa de barrer calles, no te daban los dineros publicitarios, no te colabas en la casa consistorial para quedarte y tu peña peñística no adquiría la categoría de ente curturá. Por no hablar del movimiento siudadano de la siudá. Muchas de las lentitudes humanas/administrativas del actual consistorio provienen de aquella dorada época de camaradería revolucionaria de ‘colócanos, Ulio, colócanos’ que puso en su puerta un cartel rechazando enchufes pero que todos sabíamos que, si no él, sus camaradas sí que sabían mover los hilos para comprar a una ciudad toda y colocar compadres.

Esta es una breve crónica histórica punk, también. Por no perder el tono.

Hace algunos años asistí a la vergonzosa compra de voluntades periodísticas por parte de cargos políticos que aprovecharon la crisis económica en la que estábamos sumidos – también los medios-  para decidir, entre otras cosas, qué partidos entrevistar en las elecciones andaluzas y cuales no. Recuerdo llamar a la candidata de una formación entonces minoritaria y, con el alma rota de vergüenza, contarle lo que había pasado y, aún a riesgo de sanción, dedicarle unos minutos. Poco después cogí el petate y me piré de todo aquello, primero en espíritu y después físicamente. Hasta luego, Lucas. Quiero decir que tengo mili para saber lo que es que te traten de imponer vivir de rodillas, como Badanelli ha denunciado en su intervención rockera. Duele ver que eso puede ocurrir desde lo liberal, aunque sea desde el liberalismo moderadito. El mismo que favoreció el nacimiento de Podemos. El mismo que le dio gloria bendita al duopolio televisivo. El mismo que ahora, según Badanelli, decide qué agencia de publicidad es chachi y cual no lo es. El mismo que quiere, parece ser, gente obediente que no le discuta ni cuestione.

Sé que la política tiene mucho de tramoya y posterior puesta en escena. Que se dice una cosa cuando antes se ha negociado otra para que no parezca que se ha negociado la cosa verdadera, no sé si me entienden. Pero que Badanelli ha pegado un pepinazo también es verdad. Porque el asunto va de lo que tienen que ir una sociedad democrática, libre e igual, más allá de una campaña publicitaria o una subvención al gremio de tundidores. Sin libertad, no future, que bramaba el punk. También ha sido políticamente incorrecta y oportunamente incómoda, y eso hoy en día vale su peso en oro. Pero sobre todo hay que agradecerle que tenga más arrestos que muchos que la han precedido y que, precisamente, por vivir cómodos y subvencionados de rodillas, callaron como cobardes.

Y hasta se llevaron una medalla de la ciudad.