Una sensibilidad sorprendente


La relación de Córdoba con la cultura está dividida en tribus que hacen la guerra por su cuenta, cuando no entre ellos

Escultura de Luis Aguilera Bernier en el Polideportivo de la Juventud.
Escultura de Luis Aguilera Bernier en el Polideportivo de la Juventud. /Foto: LVC

La ciudad de Córdoba, y por ende los cordobeses, deparan de vez en cuando unos sobresaltos que ponen en duda el largo sedimento cultural que su suelo y sus gentes han acumulado desde hace dos milenios. Cada cierto tiempo surgen la sorpresa cuando, por ejemplo, se deja arrasar el yacimiento de Cercadilla, que contó con escasas lágrimas cuando los bulldozer abrían camino a las vías del AVE. En esta nómina, junto a este caso que debería estudiarse como ejemplo de las relaciones entre las instituciones y el patrimonio, se pueden añadir otras como las programaciones culturales estandarizadas y homogeneas o la constante falta de recursos para el incremento de los fondos artísticos de la ciudad y que esta faceta no se limite a agradecer donaciones sino, de vez en cuando y cuando merezca la pena, acudir a subastas y no dejar perder más trenes. Además, se diga lo que se diga, la falta de unidad es otra de sus señas de identidad.

La relación de Córdoba con la cultura está dividida en tribus que hacen la guerra por su cuenta, cuando no entre ellos. Los poetas, los flamencos, los creadores plásticos, los escultores, los figurativos, los músicos, los de danza clásica, los de flamenca, los abstractos y así hasta el infinito. Cada uno de estos grupos se divide a su vez en subtribus que ven pasar el tiempo y las oportunidades entre luchas fraticidas. Los que están arrimados -y regados- por una institución le tiran los trastos a la cabeza a quienes quieren participar, aunque sea en una mínima parte de ese privilegio; los que publican en una revista frente a los que lo hacen en otra; los que están en una agenda frente a los que no están. Los que quieren imponer su criterio frente a los que no se dejan.

En medio de este clima tan cainita sorprende que pese a la falta de unidad haya talentos en prácticamente todas las disciplinas que superan estas mediocridades y logran brillar con luz propia. Son portentos incomprendidos que o hacen las maletas o deciden quedarse en Córdoba, engrandeciendo su ciudad contra viento y marea. Desde aquí nuestra admiración y respeto.

Con estas turbulencias en el mundo cultural me ha sorprendido la reacción prácticamente unánime en defensa de las esculturas que hasta hace unos días coronaban la fachada del Polideportivo de la Juventud, en el Sector Sur. Forman parte de la memoria de varias generaciones de cordobeses, como también lo forman otras siluetas urbanas que hemos visto desaparecer sin pestañear apenas, y por un impulso espontáneo, sin organizar, hemos decidido reclamar que se conserven y que regresen a este lugar.

El futuro de los estilizados atletas de piedra debe servir también para la reivindicación de su autor, Luis Aguilera Bernier, un artista pleno que vivió con discreción, sin participar en cenáculos ni en banderías, del que hace ocho años que murió y aún no se le ha reconocido ni con una muestra antológica en la sala de Vimcorsa.

Y méritos no le falta. Junto a los atletas del ya desaparecido Polideportivo de la Juventud hay otras obras que tenemos delante de nuestras narices a menudo, como es el caso de los potentes escudos de la fachada del Ayuntamiento, la escultura del vestíbulo de la sede de CCOO o diversas piezas en la Cámara de Comercio, entre otras muchas. Aguilera Bernier está también presente en la Semana Santa con el paso del Cristo de la Expiración, que será próximamente sustituido, y llegó a diseñar un San Rafael que literalmente flotaba en el aire, aunque luego no se materializó. Supo estar al tanto de las corrientes y participó de los inicios de Equipo 57, expuso en diversas salas europeas y colaboró con arquitectos como De La-Hoz, García de Paredes o Rebollo, entre otros.

Esta reacción en defensa del patrimonio cultural de la ciudad, surgida de modo popular, sin que nadie la haya capitaneado, dice mucho de este escultor cordobés, porque ha logrado calar en el pueblo, cumpliendo el arte de este modo su misión fundamental.