Las primarias del PSOE-A


La reacción de la sociedad es la misma de cualquiera ante un conflicto familiar ajeno: mejor no meterse

primeras Susana Díaz y Juan Espadas. /Foto: LVC
Susana Díaz y Juan Espadas. /Foto: LVC

Llegó el día. Hoy son las primarias en el PSOE de Andalucía. El sistema perfecto, eso dicen, para decidir el rumbo de una formación política. Afirmaciones grandilocuentes para quedar bien ante los focos, cuando la cruda y cruel realidad se dirime entre bambalinas, en una trastienda en la que han conseguido que no quede nada oculto a los ojos de los demás y todos seamos testigos de que un proceso de primarias es sinónimo de las peores artes de la política.

En estas últimas semanas hemos asistido a nuestro pesar a una pugna que demuestra que lo que se decide hoy en las urnas socialistas es poco menos que un ajuste de cuentas, por simplificar. El PSOE se caracteriza por eso, por dejar en la cuneta a medio partido cada vez que tienen primarias.

Bastaba estos días un paseito por el bulevar del Gran Capitán, El Realejo o La Viñuela para testar la temperatura interna de los socialistas. Siempre encontrabas a algún amigo afiliado a este partido, conocido de antiguo, de los que anteponen la amistad por encima de lo que piense cada uno.

Tras los saludos de rigor, a los que ahora hay que preguntar también por la vacuna que te han puesto, salía el tema de las primarias. No fallaba. La obligatoriedad de la mascarilla ha sido la mejor aliada para ocultar la sonrisa de satisfacción mientras encogía el entrecejo para demostrar interés ante un discurso que se veía que no era la primera vez que soltaba. Matemáticamente, al instante estaba sumido en un memorial de agravios que convertía en unos versos de Rubén Darío el que presentaron a Carlos III los diputados de la desaparecida Corona de Aragón.

No quedaba ahí la cosa. La siguiente fase, que casi todos cumplían con rigor, consistía en entrar en el cuerpo a cuerpo, en pasar al ataque personal sin parada en la necesaria argumentación ideológica que debe prevalecer en todas las primarias, por supuesto. Ahí había que poner gesto de asombro ante la retahíla de nombres, apellidos, cargos, parentescos, nombramientos, ceses, olvidos y desprecios. ¿Qué me dices? “Lo que estás oyendo”. La vida misma bajo un barniz progresista.

Cuando el ‘sanchismo’ tomó hechuras de régimen hubo que buscar a los ‘sanchistas’ hasta debajo de las piedras. Era más fácil encontrar un lince cruzando la autovía a la altura de la Aldea Quintana que ver a un ‘sanchista’ en el Café Español. Pero poco a poco comenzaron a tener conversiones saulinas instantáneas, de rápido efecto, que hicieron olvidar los tiempos no tan lejanos en los que Teba Roldán se partía la cara en solitario por Pedro Sánchez.

Al final, vía Carmen Calvo, encontraron una representación institucional que poco o nada tenía que ver con los modos chulescos del presidente del Gobierno. La Subdelegación del Gobierno, con Rafi Valenzuela a la cabeza y auxiliada por Joaquín Dobladez y Rogelio Palacios, ofrece una imagen amable y eficaz pese a lo que representan en la provincia. Lo mismo le ocurre al candidato Juan Espadas, un alcalde socialista, sí, pero con una buena valoración por la derecha sociológica. Pero no todos los ‘neosanchistas’ son así. Los hay con el fervor del converso que reniegan con estridencia de su pasado más inmediato y todo porque han visto la oportunidad de ajustar cuentas a Susana Díaz, que ha estado desbocada yendo a pueblos que ni sabía que existían para dar apretones, ya que ahora no se pueden dar besos, y grabar rápido el total para que lo pongan en el informativo de Canal Sur del mediodía.

Lo único bueno que tienen estas primarias es que a las personas que no estén en el área de influencia del PSOE les da exactamente igual el resultado. Susto o muerte. La reacción de la sociedad es la misma de cualquiera ante un conflicto familiar ajeno: mejor no meterse. Porque, precisamente, estas primarias son eso, una disputa interna en la que los intereses propios se anteponen a los de Andalucía. Que gane el menos malo.