Padres sindicalistas


El título no es mío. Se puede encontrar en un libro de un tal Antonio Polito títulado: Contro i papà. Come noi italiani abbiamo rovinato i nostri fligli (Lo que traducido a la lengua de Cervantes vendría a ser Contra los padres. Como nosotros los italianos hemos estropeado a nuestros hijos. O al menos eso es lo que me ha traducido con exactitud – me decía – el párroco de Cañero). La cuestión es que hace unos días, almorzando en casa de unos amigos con hijos en edad escolar – Por cierto, ¡¡¡antológica la lasaña!!! – me comentaban como el maestro de uno de sus hijos, en el preceptivo encuentro con padres al comenzar el curso, les hacía la siguiente petición: “-¡Sólo os pido una cosas! ¡Qué no me quitéis la autoridad ante vuestros hijos!”. Escuchar cosas como esa a uno lo llevan a proclamar a la rosa de los vientos: “-¡¡¡Aún hay esperanza!!!”.

Lo cierto, – y en claro contraste con lo proclamado poco más arriba -, es que los últimos meses no están siendo especialmente halagüeños en cuestiones como las que atañen a la educación, la familia y las relaciones de padres e hijos. A las pruebas me remito (-Escribo estas líneas después de leer lo que la prensa recoge hoy domingo sobre el parricidio de Montilla).

Primera de ellas. Desde hace más de dos meses, pandillas de seguidores españoles de un tal Justin Bieber han acampado noche y día a las puertas del Palacio de Deportes de Madrid y el Palau Sant Jordi de Barcelona. Había menores de edad, algunos sólo de catorce años, y otros están en la primera veintena. El propósito de tan loable odisea era asegurarse entrar los primeros para estar lo más cerca posible del escenario. Dicho lo cual cabría preguntarse: ¿Cómo es que los padres de tan abnegadas criaturas les permiten pierdan su tiempo de estudio o de trabajo de esa manera?

Segunda de las pruebas. Recientemente se ha producido la inmensa desgracia de una niña de doce años muerta en un botellón. Como no podía ser de otra manera, el primer reflejo de la opinión pública y el “tertulianismo al uso” fue apuntar a los controles de la administración. Pero que poco se habla de unos padres que permiten que unos niños inocentes salgan a beber sin tasa hasta altas horas. Dicho lo cual cabria preguntarse: ¿Puede la escuela suplir a la familia en todo? ¿Es legítimo que los padres aspiren a ser colegas de sus hijos, en lugar de ejercer su autoridad y educarlos?

Tercera de las pruebas. Famosa multinacional sueca, “de cuyo nombre prefiero no acordarme”, ha iniciado la “sensibilizadora y concienciadora” campaña Cenología cuyo lema es “Menos deberes y mas cenas familiares” – Está claro que se trata de unas gotitas de buen rollismo escandinavo (que no siempre aflora en el importe de las nóminas de sus jóvenes empelados)-. Se desconoce si la citada campaña ha tenido algo que ver, pero el dato es que la asociación mayoritaria de padres y madres de alumnos de la escuela pública, Ceapa, ha llamado a las familias a que durante los fines de semana de noviembre no se hagan las tareas del colegio en casa. El presidente de la “tal Ceapa” lo explica así: “Tratamos de recuperar el tiempo libre de nuestros hijos, que ya tienen jornadas de 65 horas semanales con los deberes. Necesitamos ese tiempo para hacer otra cosa que no sea ejercer de policías de nuestros hijos. El objetivo es que desaparezcan”. Dicho lo cual cabria preguntarse: ¿Adónde estamos llevando a nuestros hijos?

Creo que es bastante obvio que muchos padres se reconocerán en este interrogante. Es una pregunta que, en no pocos casos, se vuelve preocupación, a veces angustia, porque muchos padres no saben adónde acudir, dónde mirar para salir del impasse en que se encuentran. Es, ciertamente, dramático que en lo que se refiere a lo más querido, como son los hijos, no se sepa ofrecer algo verdaderamente significativo para que puedan encontrar el rumbo en medio de la oscuridad que los rodea.

Volviendo ya al inventor del concepto Padres sindicalistas, cabría preguntarse con él – el tal Polito -: “¿Quién de nosotros, padres, […] puede negarse a sí mismo la verdad, y por tanto el hecho de que todo alrededor de nosotros nos dice que la educación (entendida en un sentido más amplio que el de la mera instrucción) es el factor crucial para el éxito de una comunidad y, dentro de ella, de nuestros chicos? Y entonces, ¿por qué hemos abdicado completamente de nuestra tarea de educar para transformarnos en torpes sindicalistas de nuestros hijos?” (16).

Polito responde: “En lugar de ser padres, nos hemos transformado poco a poco en sindicalistas de nuestros hijos, siempre dispuestos a luchar para eliminarles los obstáculos del camino hacia la nada, porque no hay meta ambiciosa cuyo camino no sea intransitable. Es un gran fenómeno cultural, y cada vez más un rasgo del carácter nacional […] Y es un gran factor que hace de freno al crecimiento, no sólo económico, sino psicológico de la nación” (21).

Ahí es nada. Por lo demás, un servidor lo único que espera es que la lasaña vuelva a repetirse el próximo domingo.