El Padre Brown en la Mezquita-Catedral


Al Patio de los Naranjos de la Mezquita-Catedral de Córdoba, recién salido de las páginas de los relatos del siempre polémico Gilbert Keith Chesterton, ha llegado en plena canícula estival el Padre Brown. El M. I. Sr. Arcediano de la Santa Iglesia Catedral, sin tener muy claro como pudo llegar a sus manos el intempestivo telegrama de anuncio de la visita de tan curioso personaje, se ha dispuesto a recibir al visitante con flema, habla y socarronería británicas como corresponde con una visita proveniente de semejantes latitudes. La descripción del Padre Brown se podría resumir en los siguientes parámetros: “Una figurita deforme que manejaba el paraguas y el sombrero como si trajese un fardo. El paraguas parecía un fardel de ropa negra y remendada; el sombrero era de anchas alas corvas, sombrero clerical, muy poco visto en Inglaterra, y el hombre era la encarnación de la misma vulgaridad y desamparo”.

El Sacerdote-Detective de Essex, por defecto de fábrica, no es muy de andarse por las ramas y entra “a saco”, ya en el interior del templo, a inquirir sobre las cuitas referidas a la Mezquita-Catedral de Córdoba, cuestión que constituía la verdadera razón de su intempestivo viaje y sobre la que éste ya se había documentado ampliamente.

Sin dejar mucho más turno de palabra al Arcediano, le espeta: -Sepa usted Sr. Arcediano que “fácil es construir diez falsas filosofías sobre los datos del Universo, o diez falsas teorías sobre los datos del Castillo de Glengyle. Pero lo que necesitamos es la explicación verdadera del misterio del castillo y del Universo. Vamos a ver, ¿no hay más documentos?”. A lo que el Arcediano, con más flema si cabe que el de Essex, le invita a considerar que “por documentos no queda la cosa”.

El Padre Brown, vuelve a tomar la palabra, y con premura se decide a hacer partícipe al Arcediano de tres de sus más profundas convicciones en lo que atañe a sus “estudios de campo” sobre la condición humana. Primera de las convicciones: -“Aun en los casos más insignificantes es mejor examinar, ante todo, las principales tendencias de la naturaleza. […] Ahora bien, el factor básico de toda historia es la raza”. Segunda de sus convicciones: -“Dicen que si un hombre tiene malos principios, es por su culpa en buena parte. Pero conviene distinguir al que decididamente ofende a su buena conciencia de aquel cuya conciencia está nublada por el sofisma”. Tercera de las convicciones del Padre Brown: -“Casi nunca he encontrado a un criminal que no filosofase. Que no filosofase sobre las huellas del orientalismo, la reencarnación y la reaparición, sobre la rueda del destino y la serpiente que se muerde su propia cola. […] No he visto nunca un sinvergüenza o disipado que no discurriera sobre espiritualidades semejantes. Podría no haber sido así en sus verdaderos orígenes religiosos, pero en nuestro mundo actual ésa es la religión de los malvados”.

No contento con eso e interesándose por el eco que los periódicos hacen del trasunto, el Padre Brown se permite citar a su padre literario Chesterton, cuyo magisterio, cree el sacerdote-detective puede aclarar y mucho: -“Pues aunque el periodista de los Estados Unidos se permite alguna que otra vulgaridad en que ya no caen los periódicos ingleses, siente un verdadero interés por los problemas espirituales más vivos, que ya no recoge la prensa inglesa por desidia o incapacidad”.

Sin embargo, el Padre Brown tiene especial interés, – Precisamente para poder decir al alguien estas palabras en el palmeral de la Mezquita-Catedral ha venido-, en hablar con su interlocutor de un tema, olvidado sí, pero de vital importancia. Recuerda el Padre Brown como en uno de sus casos, en La maldición de la cruz dorada, el profesor Smoill, una autoridad en estudios arqueológicos referentes al antiguo Imperio Bizantino, comentaba: -“¿Cómo puede un hombre conocer algo de Bizancio mientras no sepa todo lo referente a Roma, que le precede, y al Islam, que le sigue? La mayoría de las artes árabes arrancaban de las bizantinas. Por ejemplo, tomen ustedes por caso el álgebra…”.

Todavía sigue un poco más el Padre Brown con la “cantinela” al Arcediano: -“¿Sabe alguno de ustedes algo sobre la Edad Media? ¿Saben ustedes lo que era un gremio? ¿Han oído ustedes hablar del salvo managio suo? ¿Saben ustedes qué clase de gente eran los Servi Regis? […] En la Edad Media no estaba permitido que un prestamista embargase la tienda y herramientas de un hombre. Es casi imposible creer que el gremio no hubiese salvado a un hombre de su total ruina […] Aquellos hombres tenían también sus vicios y tragedias; algunas veces torturaban y quemaban a la gente. Pero la idea de un hombre sin Dios o sin esperanza en el mundo, encerrándose para morir, porque a nadie le importaba que siguiera viviendo, eso no es una idea medieval. Éste es un producto de nuestra ciencia económica y de nuestros progresos. […] Si quisiera satirizar a la Edad Media, tendría un punto de agudeza por decir que algún pobre cristiano podía ser quemado vivo por caer en el homousianismo, mientras un rico judío podía andar por las calles burlándose de Jesús y de la Virgen. Pues bien: así es la historia”.

El arcediano, que ha comprendido que ha llegado el final del encuentro, pregunta: -¿Qué hacemos?

El Padre Brown responde: -“Dormir. Hemos llegado al término del camino. ¿Sabe usted lo que es el sueño? ¿Sabe usted que todo el que duerme cree en Dios? El sueño es un sacramento, porque es un acto de fe y es un acto de nutrición. Y necesitamos un sacramento, aunque sea de orden natural. Ha caído sobre nosotros algo que muy pocas veces cae sobre los hombres, que es acaso lo peor que les puede caer encima”.

El Arcediano vuelve a preguntar: -¿Qué quiere decir usted?

El Padre Brown proclama ex cathedra: -“Hemos descubierto la verdad, y la verdad no tiene sentido”.

Lector inquirat

Nota Bene: a) Todos los entrecomillados han sido transcritos, en absoluta fidelidad, de la obra de G. K. Chesterton, El Padre Brown. Relatos completos (Madrid 2017). b) En los lugares en los que el sufrido lector ha podido leer Mezquita- Catedral en realidad – y por razones de espacio – se quería decir: Complejo Monumental Mezquita-Catedral de Córdoba.

1 Comentario

  1. CON TODOS MI RESPETOS LO QUE ES EN SI LA CATEDRAL DE CORDOBA NO VALE UN PIMIENTO. LO QUE SI ES UN GRAN MONUMENTO ES LA MEZQUITA CORDOBESA, PESE A QUIEN LE PESE

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