Lección inaugural del Dr. Satanás


¡Mis deliciosamente estimados, mis terriblemente queridos semidiablos!

Al comienzo del entrante curso académico, en nuestro Cuadragésimo Noveno Año Triunfal de la Proclamación y Definición del Dogma del Relativismo Absoluto – lo que va de 1968 a 2017 -, esta es mi disertación inaugural para revisión de nuestra grandiosa estrategia para con los humanos: en su mortecino pasado, en su fétido presente y en su, esperemos, lacerante futuro – Claro que nosotros, por nuestra soberbia condición, conviene que no esperamos en nada ni en nadie. Es un modo de hablar. Ustedes ya me entienden -.

Con notable esfuerzo y dedicación, “hemos enfrentado a sus dos absolutos entre sí: verdad y amor, justicia y compasión. Hemos separado los corazones de sus cabezas, la carne de los huesos, lo blando de lo duro. Y lo conseguimos politizando su religión en izquierda versus derecha, o liberales versus conservadores. Ahora, lo que llaman “la izquierda” significa un corazón sin cabeza, y lo que llaman “la derecha” una cabeza sin corazón. Los llamados conservadores entran en órbita cuando los liberales utilizan la palabra compasión, y los llamados liberales sufren una apoplejía cuando los conservadores utilizan la palabra verdad”.

Observen y perciban que “en la sociedad actual las tres principales agrupaciones de profesores, los tres sistemas formadores de opinión, son la educación formal, la educación informal (esto es, el entretenimiento) y el periodismo. Las tres están comiendo de nuestras garras. ¿Veis por qué funciona? Una vez que te haces con los profesores, te haces pronto con los estudiantes. Lo importante no es el efecto sino la causa, no es la conclusión sino las premisas, no son los estudiantes sino los profesores. ¡Haceros con esas premisas! ¡Ocupad las premisas! Conquistad su filosofía. De hecho, hemos podido introducir a escondidas en sus universidades el modo más avanzado y excelente de sofisma en la historia de la humanidad en forma de lo que ellos consideran su filosofía más vanguardista y políticamente correcta: el deconstruccionismo, que tiene la desfachatez de afirmar que la verdad en sí misma no es más que la máscara hipócrita en la cara del poder. ¡Oh, bravo! Un sobresaliente a eso. ¡Bajad la intensidad de las luces! ¡Ofuscad! Apelad a la pasión, no a la razón”.

Estarán de acuerdo conmigo en que “otro gran principio para alcanzar el éxito es lograr que cubran el campo de batalla con pancartas a favor de la paz, que nieguen la existencia de la guerra en la que están inmersos. Esto se deriva fácilmente de la Gran Mentira del relativismo. Si vuestra filosofía os dice que no existen absolutos verdaderos, entonces no puede existir una guerra de verdad. Si se rechaza la idea de que exista algún mal verdadero contra el que merezca la pena luchar, y algún bien verdadero por el que merezca la pena luchar, se rechaza la idea de lucha, la idea de una guerra espiritual en sí misma. Qué fantástica ventaja nos proporciona esto dentro del campo de batalla: la mayoría de las tropas de nuestro Enemigo ni siquiera saben que se trata de un campo de batalla”.

Tengan esto muy presente: “El medio más poderoso para destruir una sociedad es acabar con su pilar absolutamente fundamental: a saber: la familia. Se trata de la única institución en la que la mayoría de ellos aprende la lección más peligrosa en la vida: el amor desinteresado. Es el único lugar en el que son amados no solo por su conducta, por lo que hacen, sino por lo que son. (¡En caso de que el aborto no haya acabado antes con su ser!). La mejor forma de destruir la familia es acabar con su fundación: el matrimonio y el matrimonio se destruye desuniendo su pegamento: la fidelidad sexual. La sencilla táctica de llegar a sus corazones a través de sus hormonas ha resultado ser increíblemente fácil”.

Para finiquitar el discurso, simplemente exhortarles a que “hagan cundir que el principio consiste en que como uno ya no puede actuar de acuerdo a sus principios, uno ha de reducir sus principios (hacerlos “realistas”) a su práctica. Solo así se puede evitar la hipocresía que es el mal mayor”.

¡Entonemos desunidos, por tanto, el Gaudeamus igitur!

Nota bene: Para más información sobre la transcrita Lección inaugural del Dr. Satanás véase Peter Kreeft, Cómo ganar la guerra cultural (Ed. Cristiandad, Madrid 2017) 71-113. El tal Kreeft asevera: “No os voy a explicar cómo fue a parar a mis manos este discurso. Al parecer lo escribió Satanás, y sus oyentes son demonios: un público cautivo. Por favor, recordad al leerlo que su autor es el padre de la mentira y, por tanto, casi todo lo que dice es una verdad a medias”.