¿Cuánto de ti?


Este pasado sábado, 23 de marzo, más de quinientos jóvenes de toda la Diócesis han podido hacerse la pregunta que encabeza este artículo en el trayecto que va desde la Aldea Quintana a la Carlota: ¿Cuánto de ti? ¿Hasta dónde te atreves? El marco lo ofrecía la VIII Marcha MisioneraDiocesana que en esta ocasión ha tenido como gran protagonista al mártir San Maximiliano María Kolbe.

Hacerse la consabida pregunta – ¿Cuánto de ti? – evocando la figura de un hombre, un sacerdote, que ofrece su vida en Auschwitz por la de un padre de familia no puede dejar indiferente a nadie, ya se sea joven o no tan joven. Muchos “¿cuánto de ti?” formulados a su debido momento pueden conseguir lo que el mismo Padre Kolbecomentaba a sus compañeros de cautiverio: “El odio no constituye una fuerza creadora; nuestros sufrimientos son necesarios a fin de que aquellos que vengan después puedan ser felices… Hay que tener fe en la victoria del bien. El odio no es fuerza creativa. Solo el amor es fuerza creativa”. Es la “eterna paradoja del cristianismo”: En un lugar de desesperación y de muerte, un testimonio como el del Padre Kolbe consigue hacer un espacio de libertad y resurrección con el gesto de la entrega de la vida por amor.

Luego vienen las anécdotas: El prisionero número 5.659,esposo, padre de familia y sargento del ejército polaco que había salvado su vida gracias a la entrega del padre Kolbepudo a asistir a su canonización en la Plaza de San Pedro y estaba allí porque el Padre Kolbe, en un acto de inmensa caridad y amor fraterno, dio su vida por él.

Lo cierto y verdad es que el testimonio de los mártires nos vacuna frente al virus de la indiferencia y la apatía. Lo dejo claro san Juan Pablo II, en él parece que influyo y mucho el testimonio del padre Kolbe en su vocación al sacerdocio, hablando sobre otra mártir en Auschwitz como fue Edith Stein: “Nos inclinamos ante el testimonio de la vida y la muerte de Edith Stein… Una personalidad que reúne en su vida una síntesis dramática de nuestro siglo. La síntesis de una historia llena de heridas profundas que siguen doliendo aún hoy, pero que hombres y mujeres con sentido de responsabilidad se han esforzado y siguen esforzándose por curar; síntesis al mismo tiempo de la verdad plena sobre el hombre, en un corazón que estuvo inquieto e insatisfecho hasta que encontró descanso en Dios”.

Dijo una vez un tal León Bloy: “Digo que alguien me ama cuando alguien acepta sufrir por mí y para mí. De cualquier otro modo, ese que pretende amarme es sólo un usurero sentimental que quiere instalar su vil negocio en mi corazón”. Hace uno años el Papa Benedicto XVI, para hablar de la meta de toda la vida cristiana, recordaba los versos de un poeta llamado Salustio: idem velle, idemnolle. Lo que traducido significa: “Querer lo mismo, rechazar lo mismo”. Y en todo este quehacer – lo leía no hace mucho en una fábula del filósofo Peter Kreeft – Dios no se va a conformar con el papel de “ladrón” sino de “amante” puesto que el amor “no te obliga a hacer nada” sino que “seduce”. Prosigue Kreeft: “Dios no desea que las personas obtengan la máxima puntuación en sus pruebas; quiere tu corazón. Es tu amante, no tu profesor”.

Y TÚ:

¿Hasta dónde te atreves?

¿Cuánto de ti?