Amantes


Se aproxima el día de San Valentín en el que millones de parejas celebran en todo el mundo que se aman. Derroche de regalos, cenas románticas, viajes programados en torno a la fecha, etc. Y es estupendo que en el momento que estamos haya todavía muchas, muchísimas parejas que estén unidas por su amor y que quieran festejarlo sin cortedad ni cortapisas.
En el mundo en que vivimos, en que la prisa apenas nos deja un ratito para podernos mirar a nosotros mismos, el que seamos capaces de poder organizar una comida o cena romántica, una escapada a algún rincón en que poder estar los dos solos, aunque sea para reconocernos de vez en cuando, es todo un logro.
Es cierto que se ha convertido en un evento organizado por los grandes almacenes, que ven un buen momento para aumentar las ventas de productos especiales para este día. Pero sea por el motivo que sea, el poder parar, frenar por unos instantes para poder pensar en el otro, es bueno. Buenísimo, diría yo. Y no tanto por el regalo material que conlleve, sino por tener el pensamiento ocupado en el gusto del otro, en la sorpresa, en la ilusión con que la pareja recibirá lo preparado para este día.
Lógicamente se entiende que el amor no puede ser sólo en y para este día, pero también se entiende que el que lo organiza para este día es que lo vive y lo celebra a diario, o al menos así había que entenderlo.
Y es que todo esto choca, demasiado, con la realidad con la que despertamos muchísimas mañanas. Cuando aún no llevamos dos meses del nuevo año, el número de mujeres muertas a manos de sus parejas es ya de 9 en España. Y sin trazas de que la cosa cambie. Qué puede despertar en alguien la idea de que amar es poseer a la otra persona, ser su dueño, hasta el punto de que si no eres mía no eres de nadie.
En esta última semana me dejó conmocionada una noticia al hilo de lo que estamos hablando, pero agravada por un hecho repulsivo e incomprensible. Un hombre mantiene una discusión con su pareja en el hospital, coge en brazos a su hija de un año y se lanza al vacío con el bebé diciendo “ te voy a dar donde más te duele…”.
¿Qué puede pasar por la mente de un hombre para cometer semejante barbaridad? ¿Cómo puede alguien usar a su hijo para vengarse de su pareja? ¿Qué o quién le ha hecho creer en un momento determinado que si no es suya no será de nadie más?
Desde luego no es la primera vez, y ojalá fuera la última, aunque no lo creo. Cada vez ocurre más asiduamente. No solamente se venga de su pareja, sino que lo hace de la forma más cruel y dolorosa para ella. Pero, ¿y para él, no es doloroso para él vengarse a través de su hijo?.
Mi familia y amigos me dicen que siempre los justifico diciendo que están enfermos mentales aunque en realidad son asesinos. Pero yo creo que por muy perversa que sea la mente de una persona esta reacción de venganza a través de los hijos sólo se puede justificar por una enfermedad mental y de las grandes.
Ojalá todos entendiéramos San Valentín como la fiesta en que se celebra el amor, pero el amor de verdad, el AMOR con mayúsculas, respetando al otro, siendo amable y tierno con él, sin ser egoísta, queriendo, perdonando y esperando sin límites. Porque el amor es paciente y muy comprensivo. Y si es amor verdadero, no pasará jamás.
“Amantes son los que se enamoran y los que se aman”.