Emociones


Hoy, con las emociones a flor de piel, en un día como otro cualquiera, pero a la vez especial, voy a atreverme a hablar de algo que todos perseguimos pero que es poco usual comentar. Hoy quisiera hablar de la felicidad. Y no es un tema fácil, y si no, que se lo pregunten a mis alumnos de Filosofía, que llevamos más de dos semanas intentando saber qué era y en qué consistía la felicidad y su búsqueda para Aristóteles y para los autores más representativos de la historia de la filosofía hasta la actualidad.
Y digo que es un día especial, a pesar de ser como otro cualquiera, un día de trabajo y de actividades varias, pero también un día que quedará en mi corazón por las manifestaciones de cariño que he recibido de mi familia, amigos, alumnos, compañeros, conocidos. Día en que doy gracias a Dios por seguir aquí, entre los míos y pidiendo que se repitan unos pocos años más. Día en el que puedo reconocer que soy feliz.
Y es que no solemos valorar las pequeñas cosas, las del día a día, el instante en que alguien te hace sentir especial, más y mejor que nadie, en el que tú te sientes como si en realidad fueras grande, importante. Una flor, una bonita palabra, un consejo, una mirada, un simple guiño…Y esto son las cosas pequeñas pero ¿es pequeño todo lo que disfrutamos?
Nos pasamos la vida protestando por todo lo que nos rodea. Por lo poco de esto, por lo mucho de aquello, que si blanco, que si negro, poco trabajo, mucho trabajo…,en fin, por todo o por casi todo lo que tenemos o lo que no tenemos.
¿Con qué somos felices? ¿Dónde ponemos nuestra mira cuando buscamos la felicidad?.
Pues yo creo que aunque la vorágine en la que vivimos no nos permite ver con claridad lo afortunados que somos, no tenemos sino que agradecer a Dios todo lo que forma nuestra vida, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, intentando agarrar lo positivo, alejarnos de lo contrario. Por eso, hoy, que me han llenado de cumplidos y de buenos deseos creo que es el momento de llamar a las cosas por su nombre, y es que realmente, puedo decir que “hoy, soy feliz”. Y no sólo por lo que pueda ocurrir en un día concreto, sino porque sabemos que esto es fruto de otros muchos instantes positivos que lo han hecho posible.
Y es que yo creo de verdad, que esto es la felicidad. Es imposible pensar que es un estado permanente, porque la vida ya se va encargando de decirnos lo contrario con las pequeñas o grandes contrariedades que nos va presentando en su discurrir. Pero sí que tendríamos que detenernos y pensar en todas aquellas emociones positivas que sentimos por nosotros o por los demás, aquellas satisfacciones y alegrías que nos motivan y hacen que sigamos queriendo tirar hacia delante, conquistar nuevas metas, levantarnos cada día con la mejor de nuestras sonrisas.
Hoy, que se ve todo de colores nórdicos oscuros, como diría alguien que conozco, muy importante para mí, que apagamos la luz, el brillo, la claridad de lo bonito, de lo positivo que nos ocurre, hoy, es cuando más deberíamos intentar aprovechar todas y cada una de las oportunidades que la vida nos ofrece para ser felices.
Cada uno pone la felicidad en una meta distinta, a cada uno nos cuesta lo propio el conseguirla, por eso, no debemos dejar nuestra paz, nuestra alegría, nuestra vida, en manos de nadie, sino que debemos luchar por aquello que nos completa y que está dentro de cada uno. Ser feliz es reconocer que la vida merece la pena ser vivida a pesar de las numerosas dificultades que tiene. No es más feliz quien tiene más ni las mejores cosas, sino quien aprecia las que tiene.
Sería un gran reto el intentar buscar la felicidad en cada ocasión que la vida nos presenta y agradecer todo aquello que tenemos por nosotros mismos y gracias a los demás.
Les deseo de todo corazón que encuentren la felicidad y disfruten de ella en cada pequeño detalle.