Aún puedo creer en el hombre


Eran muchos los temas que tenía esta semana en mente para poder elegir uno sobre el que escribir el artículo. Estamos en un mes precioso en el que se celebran multitud de eventos (cruces, patios, feria, etc.), además de comuniones, confirmaciones, y demás sacramentos que son dignos de ser sometidos a un minucioso análisis de cómo los entendemos, celebramos y disfrutamos en la sociedad actual.
Pero, a pesar de que todo lo que he señalado es muy apetecible, por ejemplo hablar sobre los nuevos trajes de gitana, los complementos que se llevan, los peinados oportunos para ir como Dios manda a la feria; qué se lleva este año en trajes de comunión…, o de cómo los padres solemos transformar la celebración de un sacramento que debería ser el gozo y disfrute de nuestros hijos y de la familia, en un auténtico acontecimiento social, en una mini boda por la que muchos se ven embarcados en una nueva aventura bancaria para conseguir los recursos necesarios y salir al frente de tantísimo gasto, etc. Todo ello de fácil crítica en los momentos en los que vivimos, pudiendo dar lugar a debates oportunos e incluso convenientes para analizar nuestra actuación, nuestra conciencia o nuestro gusto.
Una noticia me ha producido gran asombro cuando hace apenas un rato he abierto el Facebook y he leído la terrible descripción de lo que ha corrido en Bangassou, República Centro Africana, y del que se han hecho eco numerosos medios de comunicación y en la que reside un obispo cordobés, Monseñor Don Juan José Aguirre.
Y ciertamente no es para menos. Aún tengo el vello de punta, además de por la actuación de Monseñor Aguirre, por cierto, bastante frecuente en él, porque con su actuar me ha vuelto a demostrar mi falta de fe en el ser humano, me sigue costando mucho trabajo entender que existan personas para las que su vida sea lo último que cuenta, demostrando un amor tan grande al prójimo, que me hace ver como posible el que cumplamos lo que el Señor nos encargó: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”.
Siempre he pensado que Él había sido capaz de hacerlo porque era Dios y tenía ventaja, y por eso, no nos encargó mucho más, con esto teníamos suficiente, sabía cuán complicado sería para el ser humano cumplir lo que nos estaba pidiendo.
Qué difícil el poder poner tu vida a disposición de lo que quieran hacer contigo personas que ni siquiera pertenecen a tu credo religioso. Actuar como él lo ha hecho, de escudo, poniéndose delante de los guerrilleros de turno para salvar la vida de todos los que en aquellos momentos estaban refugiados en el interior de una mezquita, sin importarle su raza, su color o su creencia religiosa, y que estaban huyendo de la amenaza de los terroristas que vienen actuando en las últimas semanas en contra de toda la comunidad musulmana, esto, …., tiene muuuucho mérito, además de un infinito valor.
Hay veces en que la desilusión y la desesperanza en relación al género humano me embarga de tal manera que creo que no tenemos solución, que vamos por mal camino, que las generaciones futuras se van a encontrar con una sociedad en la que la moral no se entenderá muy bien en qué consiste, pero actos como los de Monseñor Aguirre, hacen que vuelva a creer en el hombre.