UN NUEVO AQUARIUS


Tristeza, enorme pena al leer en un diario de gran reputación que 640 inmigrantes en 21 pateras han desembarcado en nuestras costas en el día de hoy. Y no, no había médicos, ni psicólogos, ni policías, ni políticos, de un color u otro, ni un ingente grupo de miembros de la Cruz Roja que los acogieran con los brazos abiertos, que los recibieran a golpe de bombo y platillo para que todo el mundo sepa qué maravilloso, acogedor, misericordioso y todos los calificativos que queramos ponerle, es el PSOE español.

No han sido pocas las reflexiones, en un sentido u otro,que se han pronunciado en estos últimos días acerca de la decisión que el reciente gobierno del PSOE tomó de acoger a los 630 miembros del buque Aquarius. Toda una extensa demagogia comenzó a desarrollarse en torno a la decisión. Motivos humanitarios alegaron. Y esto está genial. ¿Cómo podemos asistir impasibles a la gran tragedia que está ocurriendo en el Mediterráneo? Pero esto ni es nuevo, ni es la solución al gravísimo problema.

Hace ya muchísimos veranos que acudimos a semejante barbaridad, y parece que nunca se nos ha removido el alma, hasta este verano y sólo con el Aquarius. El mismo día que el buque llegó al puerto de Valencia, otro buque, con casi 250 refugiados se movía por las mismas aguas. Buque que continúa sin puerto que lo acoja y que terminará con sus recursos en breves horas. Italia, fiel al posicionamiento férreo de su ministro, pasa del tema, al igual que con el Aquarius, y rechaza la posibilidad de que desembarquen en su país, ni que puedan conseguir ningún tipo de asistencia de su parte.

Pero ante este caso, ¿qué dice España?¿Cuál es el posicionamiento del nuevo presidente del gobierno? Nada. La callada por respuesta. Se nota que la categoría de los inmigrantes no es la misma. No habrá nadie dispuesto a recibirlos, como hoy no había nadie en las costas del sur para hacerse cargo de las 21 pateras que han llegado cargadas hasta los topes de seres humanos que arriesgan su vida por la posibilidad, remota, pero posibilidad, de poder optar a otra vida.

¿A quién hay que preguntarle qué vamos a hacer con ellos?¿Estos nuevos inmigrantes no necesitan asistencia psicológica, no necesitan abrazos, canciones, pancartas, y lemas de bienvenida?¿Por qué a unos sí y a otros no?¿Qué diferencia a unos de otros?

Demasiados preguntas para un problema humano que tendría que calar en lo más hondo de los corazones de todos los políticos europeos, que en vez de estar pensando de qué manera hacer campos de refugiados en sus respectivos países que les molesten lo menos posible y que les den pocos problemas, debían sentarse a intentar encontrar una solución  y no en parchear la situación.

No creo que se arregle con nuevos campos de refugiados,- por no decir de concentración-, que son lo que en realidad se convierten; sino que habría que ir al origen del problema e intentar solucionar la vida de estas personas en su país, preguntarse el por qué miles de ellos arriesgan su vida y la de su familia abandonando sus raíces, su cultura, sus orígenes, por intentar “mal vivir” en países extranjeros, extraños para ellos en cultura, educación, en definitiva en modo de vida.

Pero creo que esta solución no interesa, ¿tendrán los llamados “países ricos” algunos intereses puestos en que el problema no se resuelva?

Ojalá las conciencias se remuevan al ver las imágenes, leer las noticias, escuchar las diferentes opiniones  y se intente buscar solución para estos miles y miles de seres humanos que se sienten abandonados en el mundo.