Diario de una prórroga. Populismo.


Populismo

 

Ayer fui a cortarme el cabello. Mientras los desescalados en general se tiraban a la calle en busca de un bar abierto, yo era un hombre feliz camino de mi peluquero. ¿Quién necesita una caña y media de bravas teniendo la nuca con más rebaba que las patillas de esa tonadillera de barco velero cargado de sueños  que cruzó la bahía? Una de las cosas que he aprendido es que la mascarilla impide el corte a navaja de la perilla y el bigote, lo cual es una incomodidad. También se llena de los restos de pelos de 60 días y sales de la barbería como un quinto pero buscando a tu mujer lobo. El virus chino nos transforma como la luna llena. La nueva normalidad es una vieja película de la Hammer. Un horror, un susto. Una piara de zombies en El Tablero luciendo palmito con camareras de mascarilla torcida llevando gintonics de un muerto viviente a otro. La nueva normalidad es como la vieja, pero te pueden clausurar la terraza antes si no colocas a los clientes en compartimentos estanco con separación preceptiva y pantalla ocular de visera.

Beber así es morir de amor, de amor por lo de antes. Por amor tengo el alma herida y una multa de 3000 euros. Ese es el nuevo éxito en los karaokes de la fase 1.

No salgo a los bares. Voy a lo práctico, que es dejar de parecer un náufrago. Lamento no poder contribuir con la reactivación económica de la hostelería. De hecho no puedo ni contribuir con mi propia reactivación económica pero no me quejo porque elegí libremente esta profesión que no sé exactamente cual es. Cuando lean estas líneas muy probablemente los de Vox en el ayuntamiento cordobés habrán pedido en el pleno municipal que se recorte en los euros que los grupos políticos tienen asignados, para gastos, por número de concejales. Unos 800 euros por edil. Se suelen destinar a fotocopias y tal, lo cual nos dice que uno de los negocios emergentes puede ser colocar un Papiro al lado de Capitulares. O en la cafetería San Pablo. Con esas dietas pides una caña y en vez de tapa de ponen un tóner de ración.

Cuando se propone el recorte de este tipo de minucias del dinero público al demandante en cuestión se le tilda de populista. Ergo Vox es populista, cosa que ya sabíamos antes de que fuera definido de populista porque así lo dijo Ferreras en la Secta. Ferreras es infalible. Ayer le vi una crónica diciendo que las mascarillas FP2 -grado medio- que está facilitando la Comunidad de Madrid, al ser mejores que las quirúrgicas, son malas. Como lo oyen. Al ser más buenas son más malas. Vox, al pedir un recorte, es populista. Silogismos de la desescalada.

Lo ha dicho  la Chiqui Montero, con acento institucional andaluz de la Junta: que haya recortes en los sueldos de los políticos “es populismo”. Cuando todos estemos recortados, igual salimos a la calle a ciscarnos en los privilegiados de sueldo público, seguro y sin recortes. Será populismo, mas populismo enamorado. Cerrar podrá nuestros ojos la postrera mascarilla, pero igual se acaban los aplausos y le dedicamos un soneto, o varios, a estos tipos que además de arruinarnos, pretenden que les sigamos pagando el sueldo. Y las fotocopias.