La equidistancia y los donuts


En esta ocasión somos avisados de que un bollicao es un arma neoliberal de destrucción masiva contra la salud de nuestros niños

Alberto Garzón ha propuesto o auspiciará una prohibición, lo cual, viniendo de un comunista aunque sea de goma no debería extrañarnos. Dice Garzón, ministro comunista de consumo, o sea, ministro oxímoron, que no se debe anunciar o publicitar bollería industrial en según qué horas y plataformas, porque la bollería mata. Si la pasada semana su camarada cordobesa Pernichi nos advertía de que el coche mata, en esta ocasión somos avisados de que un bollicao es un arma neoliberal de destrucción masiva contra la salud de nuestros niños, niñas, niñes y perritos en cochecito de bebé. Al respecto de esto último otro día nos detendremos con más trabajo  de observación y campo y asombro en una próxima columna,  porque cada vez más son los humanos los que pasean a su caniche, foxterrier o perro en un cochecito: sí. Así es. La evolución humana va por este camino y a mí no me miren que yo no tengo perro.

El caso es que el coche y los donuts, señas de identidad de nuestra civilización contemporánea, se han convertido en espíritus malignos a los que combatir por parte de nuestros exorcistas- leninistas. Son entes oscuros que se interponen entre el homo sapiens y el nuevo hombre. Bueno, la nueva persona cisgénero transhumana, que a veces me lío y tiro para los conceptos de los últimos cincuenta siglos. La fuerza de la costumbre.

Dice el oxímoron ministerial que su hijo de tres años cuando va al supermercado (entendemos que acompañado por el progenitor aforado y la progenitora B) tira hacia las estanterías de los bollicaos como un perro de Paulov salivante y desatado, sin cochecito. Y que tal comportamiento se debe a la fuerza de la publicidad, al hipnotismo comercial, a este mundo cruel y capitalista de anuncios y estímulos. Igual es porque el chiquillo tiene tres años y le molan los tigretones, pero quiénes somos nosotros para discutir la capacidad de análisis pedagógico de Garzón. Por tanto, tras esta dramática escena de familia tradicional y burguesa don Alberto ha decidido que hay que poner solución al disgusto. Quiere esto decir que como el ministro es incapaz de educar a su vástago prefiere educarnos a todos nosotros a cargo de los Presupuestos Generales del Estado. En adelante no se anunciarán los bucaneros en horario infantil que, unido a la prohibición de comer ternera auspiciada por el mismo ministro de  salud y  república es algo que nos va a adentrar en una extraña vigilia de gulag aderezada con tofu. Y sin coches.

Ayer, nuestro popular y apreciado José Antonio Nieto anunciaba la negociación de los presupuestos andaluces y los presentaba como ‘exentos de ideología’, cosa que queda muy bien si de verdad no hubiera ideología en los presupuestos ya aprobados y por acordar. Ideología es tragar con progresistas supuestos como certezas indiscutibles, memorias tergiversadas y maniqueas, y sostenibilidades transversales varias. Quiso Nieto decir – parece ser- que de momento los donuts no los van a prohibir, y nosotros los liberales nos lo creemos porque somos de natural confiados. Pero es posible que si prospera la campaña nacional reguladora de bollería industrial en horario infantil al cabo de unos meses la equidistancia centrista termine no solo por legislar contra las magdalenas de la bella easo, sino que además tal medida la presente como algo inodoro, incoloro, neutro, ciudadano y equidistante.

Y así, cuando acordamos, ya nos han hecho el lío. Y dejado sin donuts. Paseando por calles sostenibles en cochecito de bebé y como zombies sin colesterol perritos que se llaman Soros.