Rociíto


Lo peor de esta última subida y reforma del consumo no solo es el precio: es el descaro con el que además tratan de controlar nuestros modos privados de vida

El nuevo modelo de factura de luz que ha entrado en vigor el pasado 1 de junio supone un nuevo varapalo para las economías domésticas en plena crisis del coronavirus y con unas cifras de desempleo sangrantes sobre todo para los más jóvenes. Este nuevo ataque a las familias y a las empresas vía recibo de la luz nos debería hacer mirar a las hemerotecas solo para conocer, por si no lo habíamos descubierto antes, que catadura moral tienen los partidos que nos gobiernan y corroborar así lo que por otra parte han dejado claro en las urnas madrileñas.

Pedro Sánchez, en 2017, acusaba a Mariano Rajoy de “empobrecer al país” tras una subida de las tarifas y hablaba de “golpe del Gobierno a las familias”. Podemos, durante la campaña de 2019 prometía bajar la luz y que serían “firmes ante las grandes eléctricas”; de hecho, Pablo Iglesias acusaba al Gobierno de ser “cómplice” de las eléctricas y de su “codicia”. Alberto garzón, el ahora ministro de Consumo y coordinador de Izquierda Unida, también criticó a Rajoy en 2017 y sostenía que “ningún gobierno decente debía tolerar subidas así”. Pedía Garzón en ese mismo año la nacionalización de las eléctricas. En 2021, tras el aguijonazo de enero, Garzón se encomendó a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) para que arreglase la situación. Una situación que en gran parte está en manos del Gobierno, cuando más del 60% de una factura proviene de impuestos que el Gobierno puede rebajar.

Los salvadores de españoles empobrecidos energéticamente quedan retratados una vez más, no obstante. Como quedan retratados con los pactos con Bildu y con los próximos indultos. Estamos ante partidos políticos que no solo resultan amorales, sino que suponen un claro peligro para la democracia y el bienestar y el progreso de España. No es solo cuestión de mirar hacia la hemeroteca más cercana en el tiempo: tenemos perspectiva suficiente para saber quiénes empobrecen y quiénes recuperan, quiénes son más decentes, más democráticos y más dialogantes.

En su haber disponen de tantos agravios que no solo deberían estar mucho tiempo en la oposición, sino que deberían quedar  reducidos a una representación testimonial. Pero no es así. España lo soporta todo, o unas cosas más que otras mientras se muestra incomprensiblemente condescendiente con quienes le roban, le mienten y le atizan mientras la diseccionan en trozos.

Lo peor de esta última subida y reforma del consumo no solo es el precio: es el descaro con el que además tratan de controlar nuestros modos privados de vida manejados por tramos horarios. El paraíso ecológico es la nueva arcadia prometida, la excusa para machacar a impuestos a unos ciudadanos que callan, increíblemente, ante un nuevo atropello. Y decirles cómo han de vivir.

Pero interesa más el asunto de Rociíto, parece ser.