Ausencia de debate, perdió la ciudad


A lo ocurrido el lunes en el Consistorio bien cabría describirlo con el dicho taurino “tarde de expectación, tarde de decepción”. Dice un buen amigo que asistir a una corrida “ya merece la pena solo con ver el paseíllo”. Pues, parece ser que a los espadas y cuadrillas que ayer pisaron el albero de Capitulares les valió; dudo que el respetable desde sus casas apruebe la faena. Tras el anunciado debate sobre Córdoba, donde algunos ingenuamente pensábamos que íbamos a asistir a un análisis cierto y responsable, a una confrontación de ideas bien argumentadas y al planteamiento de vías resolutivas sobre el modelo de ciudad, horas después, sucumbimos a un estado de aporía, de nuevo el municipio se queda estancado en un callejón sin salida quedando de manifiesto nuestra incompetencia para definir cómo estamos y a dónde queremos ir.

Seguimos anclados en la escena esperpéntica del “y tu más y que bueno soy yo”. No salimos del permanente circunloquio pueril al que estos últimos años nos tiene acostumbrados la política en general. El primer día de la semana, a eso de la hora del Ángelus, se abrió la veda de las arengas comenzando por un lamento, la herencia recibida, y una autocomplacencia, un gran futuro y apuesta social. Otras disertaciones se movieron en el heroísmo personal como si todo empezara con ellos, otros bandearon por aguas de nadie hasta llegar a quienes deciden sacrificarse tendiendo la mano al consenso. En este discurrir también hubo quien evidenciaba su deseo de dejar el banquillo y entrar en el campo. Este debate del siglo –con más ruido que nueces- finalizó con una sonrisa y un recetario para mitigar la sed de unos ciudadanos que vieron nuevamente truncada su esperanza.

Dudo mucho que Platón se atreviera a afirmar que el lunes aconteció un verdadero debate donde hubiera una confrontación de ideas, una argumentación lógica con el intento de buscar nuevas vías. El objetivo de un debate, al menos en sus presupuestos mínimos, será el de plantear, exponer, conocer los presupuestos del otro, argumentar la cuestión y alcanzar un fin, llegar a alguna conclusión. Quizás a la única certeza que podemos llegar visto lo visto el lunes, y lo leído en los diferentes medios de comunicación, es que no hubo debate ni siquiera un análisis de la situación, tan solo hubo exposición de ideas muy particulares sin la verdadera intención de debatir una a una.

El verbo debatir, del latín “debattuere”, significa “batir, sacudir, batirse”. Discutir un tema con opiniones diferentes. Ayer no se abordaron las cuestiones en su sentido amplio. No sabemos, por ejemplo, los porqués que han llevado al Ayuntamiento a desistir de proyectos aprobados por anteriores corporaciones, ni a la oposición a rebatir con datos esas decisiones. Tampoco sabemos por qué, cómo y cuándo se van a llevar a cabo las medidas lanzadas. Como le escuchaba, muy acertadamente, a un edil en tareas de gobierno: estamos en la ciudad de los proyectos inacabados. Porque cuando se pusieron negro sobre blanco olvidaron poner el cómo, igual que ahora, y parece ser que por siempre. Me pregunto, ¿es tan difícil que personas que me merecen todo el respeto y admiración, como es toda la corporación municipal, se sientan incapaces de llegar a puntos de encuentro en el desarrollo de la ciudad, bienestar de los ciudadanos, sin necesidad de mantenerse en la permanente sospecha? El debate está en el origen del proyecto y las acciones pero no vale para justificar nuestra actividad y tener motivaciones para la visibilización de las siglas. El debate no es un fin en sí mismo, es la herramienta que nos posibilita discernir juntos hacia dónde queremos ir y cómo vamos a llegar.

Tampoco creo que tengamos que recuperar y proponer a la nueva y vieja política la constitución “Ubi Periculum” que promulgó el papa Gregorio XI, donde se manda a los cardenales cómo proceder en la elección del Papa. Todos en cónclave, del latín “cum clavis” (bajo llave). Una sala cerrada sin comunicación con el exterior, diáfana, para facilitar el diálogo abierto, si pasados tres días no había resultado, los cinco siguientes recibirían un solo plato de comida, y si finalizado este periodo se seguía como al principio pasaban a recibir solo pan, vino y agua hasta un final feliz. No obstante, sí que la ciudadanía deberíamos exigir mayor concreción y menos palabras.