Felicidades, periodistas


Hoy, 24 de enero, se celebra la festividad de San Francisco de Sales, el cual fue canonizado por el Papa Alejandro VII, en 1665, tan solo 40 años después de su muerte. El Papa Pío IX, en 1877, lo declaró Doctor de la Iglesia y, a partir del 1922 como el santo patrón de los escritores católicos y los periodistas. Fue conocido como el doctor de la amabilidad. Destacó por la abundancia de sus escritos, sirva de ejemplo más de 30.000 cartas, que hoy bien podríamos decir con estilo periodístico. Se anticipó a los tiempos futuros de la prensa escrita editando numerosas octavillas que se repartían por los hogares, igualmente, destacó por ser un incansable predicador.

En esta jornada es mi deseo tener muy presente a todos los periodistas, de un modo especial, a tantos amigos y amigas que a lo largo de estos años he ido conociendo en esta apasionante aventura de comunicar e informar. No son tiempos buenos para aquellos que se sienten verdaderamente vocacionados a esta noble tarea. El vil metal, la rentabilidad económica, se está imponiendo sobre una profesión digna de admirar y loar constantemente. La volatilidad de este tiempo, la inmediatez en la información –aquí y ahora-, el periodista supermán –redactor, fotógrafo, editor…-, la emergencia constante, la globalidad, las fake news, la vejación en las redes sociales y un largo etc., han puesto en peligro de extinción un ejercicio, como el periodístico, tan necesario para una sociedad que quiera progresar de forma justa y solidaria, unos pueblos que no olviden quienes los conforman: las personas y su interés por gozar de una vida digna.

Por momentos, ha sido una profesión muy estimada en las nuevas generaciones, que por la influencia de la televisión, coparon las universidades públicas y privadas. Quizás vieron un modo de abrirse camino en el futuro con cierta facilidad. Pero la realidad de hoy choca frontalmente con los sueños de aquellos jóvenes, este tiempo de crisis económica que parece ser que vamos remontando, la emergencia de nuevas realidades de información y comunicación, han dado al traste con sus expectativas o han entrado en un mercado laboral precario e inestable, con escasas perspectivas de continuidad en el tiempo.

Por otra parte, los maestros, aquellos periodistas forjados en los años, en la dureza de las situaciones y experimentados en multitud de conflictos políticos, económicos y sociales, que han marcado con su trabajo y su opinión informada procesos que han permitido a los ciudadanos cambiar y transformar la sociedad a lo largo del tiempo, se ven ahora, cuando soñaban en un dorado retiro, expulsados y abandonados porque no reúnen las exigencias técnicas o porque su nómina entra en conflicto con la rentabilidad de los inversores o los consejos de administración de los diversos medios de comunicación.

Sería muy complicado y tedioso enumerar las grandes dificultades que sufren innumerables profesionales de la comunicación. Se te cae el alma al suelo cuando observas cómo tantas y tantas personas pierden un trabajo que realizan con gran dignidad y profesionalidad, además constatas los inmensos nubarrones en el horizonte a los que se han de enfrentar cuando buscan incorporarse de nuevo a este mercado laboral, es entonces cuando la desolación y la tristeza campan por sus anchas, llega la eclosión de la desesperanza.

Sin estos profesionales, la búsqueda de la verdad, el que aflore lo auténtico, la realidad en sí quedará velada y oculta deliberadamente por aquellos poderes que gozan con la sumisión de muchos y en la ausencia de almas inquietas que se preguntan y buscan respuestas. Sin estos profesionales no habrá palabras de esperanza y letras capaces de destruir cualquier arma generadora de violencia, dolor, sufrimiento y muerte; sin estas ágiles, inteligentes y creativas plumas difícilmente la sociedad progresará de forma armoniosa, justa y solidaria.

Hoy, os invito, en la festividad de San Francisco de Sales, quien destacó por su calidad humana, sentido práctico, realista y concreto; la sencillez, la ternura, humildad, alegría y esperanza a brindar y felicitar a tantos hombres y mujeres que solo albergan en su corazón, la razón y la voluntad de alcanzar la felicidad sirviendo a la sociedad.