Un guirigay pernicioso


Las personas en muchas ocasiones podemos llegar a inventarnos una realidad paralela, que creemos como verdad absoluta, con la que negamos la evidencia y consideramos totalmente mediocres, inanes o limitados intelectualmente a los otros. Algo así, creo que está ocurriendo en la llamada cuestión catalana. Estamos asistiendo al hecho más esperpéntico habido y por haber, que Don Ramón María del Valle-Inclán hubiera plasmado de forma ágil y amena, convirtiendo este acontecimiento en una obra resistente al paso de los siglos y creatividad literaria.

Pero no piensen que somos meros espectadores de una realidad que nos coge más cerca o más lejos. El esperpento en nuestras personas puede llegar a ser aquello de la carta de San Pedro: “El diablo como león rugiente anda buscando a quien devorar” (1 P 5,8). Es decir, ninguno estamos exento de sucumbir ante esta cultura megalómana en la que vale cualquier cosa para mantenernos en la pica de la bandera. Los llamados amigos o aliados, aduladores por conveniencia, generan en nuestro entorno una atmosfera que nos impide ver la evidencia del presente y la percepción de un futuro que se dibuja sobre los cimientos del pasado y la interpretación del hoy inmediato.

¿Dónde está el drama de esta tragicomedia autodestructiva? Cuando la realidad se te presenta de forma evidente. Da igual, puede ser vía SMS, o tomando un medio en un bar, en el susurro al oído de un valiente que te quiere en verdad, o en la penalidad de la soledad y abandono. Cuando uno se encuentra ante el espejo de su mismidad y toma conciencia de su fantasía o ilusión, o quizás utopía, o también capricho personal…, aunque éste lo hayas revestido de una argumentación más o menos seria que te permite mantener un discurso creíble, racional, o probable o asumible… cae en la desolación y tristeza, en la congoja de verse desasistido y abandonado.

Como decía antes, esto no sólo le puede pasar a Puigdemont. Cualquiera de nosotros en nuestra actividad ordinaria, en la vida familiar, trabajo, relaciones humanas… El ego, la soberbia, nublan los sentidos. Y cuando caemos presa de esta dinámica solemos rodearnos de aquellos vividores, garrapatas, que por mantener su statu quo te adulan e impiden que accedas a la visión de la realidad, tienen el poder de la magia y el hechizo sobre ti, y lo digo desde el drama de la experiencia. Cuando tienes oportunidad de abrir la ventana, ver la luz del día, embriagarte en el aroma de la creación, toda tu vida parece derrumbarse y te envuelve el manto de la desolación. Pero no teman, precisamente el acíbar del abandono experimenta una catarsis brutal cuando aquellos que dejaste atrás e hiciste oídos sordos aparecen abriendo la verja de tu prisión y caminan por el sendero que lleva a tu razón y corazón con una sonrisa esperanzadora que te devuelve tu ser, y con dolor, lágrimas y arrepentimiento comienzas a construirte como lo que eres: Buena gente porque eres imagen de la belleza suma, nuestro Creador.