Blanco y verde


Tras las elecciones andaluzas he escuchado y visto hablar a políticos, tertulianos, periodistas, evaluando y analizando lo que parece ser que ha sido una sorpresa brutal, sin precedentes en nuestra tierra. A medida que me aplico en la tarea de empaparme de estas aportaciones tan sesudas y de la actitud cabalística que se prevé para estos días, venían a mi pensamiento las palabras de un escritor suizo “no niego los derechos de la democracia, pero no me hago ilusiones respecto al uso que se hará de esos derechos mientras escasee la sabiduría y abunde el orgullo”.

Contemplo con preocupación la deriva verbal de algunos políticos que evidencian su incapacidad moral e intelectual para admitir la voluntad de un pueblo. Sí, aquellos que se pavonean con incontinencia verbal por los platós de televisiones, medios radiofónicos y periódicos afines envueltos en la bandera de la progresía, de creerse los guardianes de la democracia, el baluarte de la verdad, que nos castigan inmisericordemente con su oratoria mitinera vacua y absurda provocando una tensión en las calles impropias de un país democrático. En este escenario cobran vida las palabras de San Juan Pablo II: “la democracia necesita de la virtud, si no quiere ir contra todo lo que pretende defender y estimular”. Ya no se trata de saber asumir con elegancia la derrota y el fracaso de un discurso, se trata de no acabar con un sistema que durante 40 años evidencia un país soberano, que se rige por el principio de libertad y justicia. Con todos los errores cometidos, pero un país, unas gentes que se niegan a ser teledirigidos por unos titiriteros que están convencidos de ser los tuertos en un pueblo de ciegos.

El pueblo demuestra una vez más qué quiere y a quién quiere que le represente y gobierne. Está cansado, hastiado, dolido, se siente maltratado en su día a día, coartado en su esperanza, cercenado en sus sueños. Andalucía, el 2D, dijo quiero un cambio; que se abran las ventanas y las puertas, entre un aire nuevo que renueve la casa común, como afirmaba Barack Obama, “han votado para que actúen, no para que hagan la política habitual”. El resultado de esta elección invita a la reflexión, al diálogo constante, a confrontar propuestas, a realizar proyectos concretos, a abandonar el despotismo y nepotismo sistémico en el que se había instalado el gobierno andaluz. Toca mirar hacia adelante, no quedarse en una actitud revisionista del pasado que justifique incapacidad para cumplir con el encargo de los ciudadanos, toca responder a las demandas de cambio y que esos proyectos tengan en el centro la promoción y desarrollo de los ciudadanos.

Hay que dejar atrás los personalismos y determinarse por un espíritu constructivo que permita a medio plazo que Andalucía se convierta en el referente de una tierra libre, justa, sabia, acogedora, luminosa, entusiasta, emprendedora, creativa… blanca y verde.