Paisano, quédate en el pueblo


Querido paisano,

Igual que en el pueblo, aquí en la muy antigua y venerable ciudad de Córdoba, el tema de conversación no es otro que conocer los nombres de aquellas personas que aspiran a representarnos en las próximas elecciones generales, europeas y municipales. Un bailoteo de nombres que evidencia el desconcierto y temor al futuro más inmediato. Y la cosa va por barrios. En todas casas cuecen habas; y en la mía, a calderadas. En fin, quien la lleva la entiende. Lo importante es que quien venga sea para sumar por el bien de una sociedad, la de occidente, que parece estar en las postrimerías de una época donde no se acaba de vislumbrar una nueva era esperanzadora. No quiero ser pesimista, porque los del pueblo siempre hemos confiado en que lo siguiente será mejor que lo anterior.

No obstante, me gustaría que el nuevo tiempo fuera mejor que el que dejamos atrás. Desearía una ciudad inclusiva e integradora donde nadie se viera marginado por sus convicciones ideológicas, religiosas, sexo, situación social…; que hubiera políticos cuya preocupación no fuese salir por necesidad cada día a los medios de comunicación a cacarear eslóganes con carácter social vacíos de verdad. No quisiera otro gobierno que discriminara a un buen número de personas sencillamente por ser católicos, impidiéndole hacer uso de unos espacios públicos.

Sueño con una ciudad donde todos sus barrios gozaran de los medios oportunos, justos y necesarios que garantizaran una convivencia amable y cordial, un ambiente constructivo y creativo. Barrios donde la miseria, desidia, pobreza, desencanto… violencia, dolor, lágrimas…paro, desigualdad, abandono escolar…, brillaran por su ausencia. Barrios donde no se apagara y cegara la esperanza, barrios iluminados por miles de sonrisas, expresión de corazones alegres y libres. No quisiera que siguieran existiendo barrios en nuestra ciudad que sean utilizados al albur de unos políticos cuyos intereses inmediatos parecen ser alcanzar un sillón en Capitulares y asegurarse otros cuatro años de sueldo.

Me imagino una Córdoba abierta y acogedora donde no se le pide un pago o impuesto a aquel que quiera conocer y gozar de la belleza de una ciudad milenaria. No a unos políticos venidos a señores feudales que ahoguen el único modus vivendi de una población luchadora y con deseos emprendedores cercenada por esa dejadez, indolencia e indiferencia de aquellos que tienen en su mano la capacidad de generar nuevos espacios para el crecimiento y el desarrollo sostenible. No a un feudalismo que constriñe la expansiónempresarial, agota la esperanza de generar empleo dejando como única salida emigrar,abandonando la tierra que te vio nacer y los amigos con los que creciste y soñaste construir algo nuevo en tu ciudad. No a políticos que se apropian de la casa del pueblo y, como reyezuelos, actúan con total arbitrariedad en aquello que concierne a la vida de las personas como la construcción de su vivienda o la implantación de un local comercial, o la instalación de una empresa o el desarrollo de edificaciones… o lo más reciente, impedir el desarrollo de proyectos solidarios como el que tutelan diversas asociaciones, simplemente porque defienden el don de la vida, los derechos de los no nacidos.

Pienso en una Córdoba orgullosa de su propia historia y sin ánimo revanchista ni negacionista. Una Córdoba capaz de integrar en el presente el devenir de lo acontecido en el pasado, sea bueno o malo, porque ambas realidades son inherentes y constitutivas de lo que somos hoy. Claro que sí,hay que reconocer a las personas y restablecer su dignidad si esta en algún momento fue sometida y ultrajada, pero no es necesario eliminar el recuerdo de aquellos que aportaron tanto bueno en el desarrollo de la ciudad. Saber guardar una buena, sana y equitativa memoria de todas las personas y que esto no sirva para reabrir heridas y dividir a la ciudadanía que quiere mirar al futuro con el objeto de no repetir los fracasos humanos del ayer.

Son muchas más las cosas que quisiera compartir contigo, pero bueno, habrá más momentos. Por lo pronto, quédate en el pueblo que allí parece ser que la luz brilla de otro modo.