Coronavirus, confusión y cepas anglosajonas


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Personas con mascarilla./Foto: LVC
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Personas con mascarilla./Foto: LVC

Tengo un amigo cuyo trabajo tiene un componente fundamental y ese no es otro que viajar. Su rama profesional no es lo que se considera esencial por las administraciones, que imponen las restricciones (disculpen el pareado) y, aunque él se mueve ahora solo por Andalucía, cada vez que va a salir de viaje me pide que le mire el tipo de cierre que tiene la localidad a la que va a viajar ese día.

El hombre tiene un lío mayúsculo, pero no crean que para ayudarle el mío es menor. Me peleo con el IECA un rato, porque lo de Córdoba medio lo controlo, pero el resto de las siete provincias, para mí, es como un blues delirante de la etapa cristiana de Dylan. Todo un reto entender esa letra.

Lo de mi amigo es solo un ejemplo de esa “cirugía de precisión” que se lleva haciendo meses y que, a cualquier hijo de vecino, ya le hace dudar si puede coger el coche y conducir por tal o cual tramo de las circunvalaciones. Y acaba pensando que es mejor dar un paseíto en dirección al centro, que ahí no puede haber dudas sobre si se está o no en zona prohibida de cierre perimetral.

Con esto no defiendo que se abra, que se cierre más o que que haya desobediencia ciudadana. Lo que sucede es que a todo lo que está cayendo se suma un presidente del país ausente y algunos líderes autonómicos omnipresentes. Cada dos semanas hay salida a la pantalla y nuevas medidas y, en el mejor de los casos, te repiten la url de la web del mapa covid y búscate la vida chaval, que ya eres grandecito para haber aprendido.

En diciembre hubo una ‘desescalada’ en dos fases. En enero dos endurecimientos de medidas consecutivos. Ahora, un leve relajamiento de las limitaciones, pero eso sí, con aviso de un apocalipsis venidero y de origen anglosajón (con esa gente nunca nos fue bien, que le pregunten a Felipe II). No sé ya si es incongruencia, confusión a posta o que no saben qué demonios hacer. Pero cada día pienso que, entre todas las opciones, todos los responsables escogen la peor.

Y, mientras te cambian las medidas a un ritmo medio de dos semanas, te dicen que seas prudente, que está en tu mano (como el sueño americano), cuando te estás limitando a hacer lo que te mandan y no se paran a pensar que si la cosa no mejora, a lo mejor, puede ser, cabe la posibilidad de que están mandando mal.