El autobús, el lado oscuro y los últimos jedis


Hay que conducen como si llevaran alpacas de paja en lugar de personas

Autobús./Foto: BJ
Autobús./Foto: BJ

Todo comenzó como una simple denuncia y se ha convertido en una trilogía. Parece la de la guerra de las Galaxias y no porque uno tenga las dotes de George Lucas, sino porque viajar en autobús a diario da hasta para una novena en la que la que la penitencia es constante e inabarcable.

Viajar en autobús en esta ciudad es como ir a una feria y montarse en la montaña rusa, se viven todas las emociones en 30 minutos, cuando tendrían que haber sido 15; o en 45, cuando en verdad se podía hacer el trayecto en 25. De hecho, hay veces que se tarda lo mismo andando que en bus, pero uno lleva a un niño pequeño que se cansa y que en el transporte público se desespera.

El lado oscuro lo atrapa y hay, o bien que contarle una mentira piadosa, o bien entretenerlo como se pueda, o bien hacer algo que no está de moda: soltar la verdad y decirle que se prepare, que esta ciudad es así para casi todo y poco va a cambiar. 

Y es que la herencia comunista de las empresas públicas aun late y que todo valga es la norma. Así hay autobuses a reventar, conductores para los que los semáforos son una orientación con la que no hay que obsesionarse, que conducen como si llevaran alpacas de paja en lugar de personas, aplicaciones oficiales de la empresa que incumplen sus propias estimaciones horarias y retrasos todas las mañanas para que luego aparezcan tres autobuses seguidos (el primero fuera de servicio) son la norma y no la excepción.

El lado oscuro es la herencia comunista en la que se considera a las empresas públicas deficitarias (en su amplio sentido) “por definición”. Pero para eso quedan los jedis, los valientes que se suben “por obligación” dada día en el autobús y ven pasar la vida más lento, más incómoda, en fin, la vida en sí.