Medidas de mentira


Luego nos sorprendemos de estar en las ‘listas negras’ de otros países. Bastante que vienen turistas

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Terrazas, en una imagen de archivo./Foto: LVC
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Terrazas, en una imagen de archivo./Foto: LVC

Nos hemos acostumbrado, durante los último 16 meses a cosas impensables. Primero, como pudimos, a estar encerrados vulnerándose -como ha reconocido el Tribunal Constitucional- un derecho fundamental. Ese no ha sido el único, porque la libertad -que siempre ha tenido grados- está más baja que la bolsa en uno de esos días negros.

Estamos en precario. A eso nos han llevado los que mandan y ahora, sentarse en la mesa de un bar sin mascarilla (o, en su momento, el hecho de asaltar una terraza) es un triunfo de las libertades individuales. Así nos va. La sociedad y la dignidad mueren en la orilla de cada restricción dejada caer en el cajón de sastre de la pandemia y así, en segundo lugar, nos hemos acostumbrado a comités de supuestos expertos que, sin ver sus rostros, dictan lo que es bueno y lo que no, con su dedo invisible. Y esto mientras nos hemos acostumbrado a ser los culpables de todo.

La derrota es evidente y se comprueba semanalmente. Esta semana hemos asistido, impertérritos, a ver cómo la Junta a puesto medidas de pega. Eso del chocolate del loro. El ‘toque de queda’ (el mismo del que llevaban abjurando desde mayo) ha vuelto para los municipios de más de 5.000 habitantes con tasa de incidencia superior a 1.000.

Una medida que vale menos que un billete de 3 euros, puesto que si el ocio nocturno cierra a las dos de la mañana (hora a la que comienza el ‘toque de queda’) ustedes me dirán qué clase de medida restrictiva es. Esto sin contar que, por más que lo avale un tribunal, la limitación es la cercenación de un derecho fundamental, para reiterar en los errores del pasado. Sin contar que son los mismos que los del verano pasado, que desembocaron en la segunda ola y los de la Navidad de la infame tercera ola.

La otra mentira está en los niveles de alerta y el aforo de los bares, que lleva meses impuesta y que ahora se vende como nueva. Y es que el miedo es a tomar decisiones es una de las lacras de una clase política que dimite de realizar el trabajo por el que se le paga y escurren el bulto culpando a los jóvenes, a la administración de enfrente o deja que el peso de la responsabilidad recaiga sobre los ayuntamientos.

Luego nos sorprendemos de estar en las ‘listas negras’ de otros países. Bastante que vienen turistas, porque cualquiera se siente más seguro en cualquier otra parte.