Domingo XXIII del Tiempo Ordinario


Muy queridos amigos y hermanos todos:

Tras un pequeño receso en esta sección de “la Puerta del Sagrario”, retomo de nuevo la homilía dominical, con el único fin de que ayude a los lectores a digerir con más facilidad, lo ya rumiado por este pobre sacerdote en sus ratos de oración, donde el Señor habla directamente al corazón del que se acerca a Él con la confianza de un hijo.

En este Domingo, la Iglesia nos presenta un texto de Ezequiel y otro del Evangelio de Mateo, donde se nos invita a algo, que tampoco está de moda, como no lo estuvo ni tampoco lo estará, la virtud que Cristo nos pide. No porque no sea buena, sino porque ya se encarga Satanás de embaucarnos con el pecado contrario y muchos cristianos bautizados, de seguirle en su devastador plan de destrucción de la humanidad.

Esta virtud no es otra que la Corrección Fraterna.Ahí es nada. Pero no una corrección de tirar a la cara del hermano verdades que, por muy verdaderas que sean, si falta la Caridad, las convirtamos en mentiras. Todo se puede decir; pero con Caridad. Es más, debemos poner al otro en la verdad, por el mandato del Señor y, a la misma vez, aceptar esa corrección en la propia carne, cuando soy yo el que yerro.

¿Que es lo fácil, lo más cómodo y también lo menos cristiano? Dejar que el otro se estrelle contra un muro o condene su alma para siempre, con tal de no complicarme yo la vida, con problemas de otros. Cuantas veces nos ha “soplado” el Bicho al oído:” ¿y tú que necesidad tienes de complicarte la vida? ¿Que roba? ¡Que robe!”; “¿Que tú hermano va por caminos de infierno a todo tren? ¡Que vaya! ¡El billete es gratis!”. Todo, a fin de cuentas, por comodidad, falsa tranquilidad, o lo que es más peligroso, que pienses que tienes Fe y es de mentira, te da igual el que te rodea con tal de que tu ombligo esté en su sitio y calentito.

Hace unos días me escribía un amigo sacerdote de Mozambique, donde el Estado Terrorista Islamico (ISIS), está degollando a niños, jóvenes, matrimonios, religiosas, sacerdotes y ancianos cristianos solo por ese “crimen”: ser seguidores de Jesucristo. Y allí siguen, peleando su Fe hasta el derramamiento de su sangre. ¿Esos sí que son cristianos merecedores del Cielo! Y mi buen amigo Antonio, me contaba con dolor cómo el gobierno de la nación se ha lanzado a la matanza a de inocentes, acusándolos de apoyar a los rebeldes islámicos. Ante tanta injusticia, ¿quién es la única que habla, denunciando ese pecado?: la Iglesia, en la persona de su obispo, cuyo nombre me reservo. La consecuencia de un hombre de Dios, hablando en nombre de Dios a hombres que están asesinando a sus compatriotas, es la amenaza continua de muerte, tanto por parte del gobierno comunista, como de los radicales islamistas. A fin de cuentas, es la única voz que no se puede apagar, aunque se la intente ahogar desde sectores poderosos de la sociedad; la voz de la Iglesia nunca se callará, porque Cristo la invita a hablar, corregir, animar, alentar, sembrar y anunciar su Palabra Todopoderosa. Porque el hombre puede solo matar el cuerpo, pero Dios puede salvar el alma que es para siempre e inmortal. Nuestra garantía: la Resurrección de Cristo del Hades.

¿Que tu amigo se está yendo por caminos de droga, porros, abandono de estudios, malas compañías? Cógelo a solas, háblale al corazón, corrígelo con Caridad y reza por él cada día, que Dios no desatiende tus oraciones. Y si cambia de camino, él se salvará y tú también. ¿Que no quiere hacerte caso en su libertad? Él será juzgado pero tú te salvarás, porque has hecho lo que Dios quiere de ti.

¿Que tu hermana va con malos modos con tus padres?, ¿tu hermano se ha enamorado del dinero y pasa por lo que sea para conseguirlo?, ¿tu primo sale de marcha y se aprovecha de las chicas que “se le acercan”?, ¿tu grupo de amigos empieza a decir que la Misa es un rollo y la confesión una tontería? Corrígelos, díselo, insiste, no te rindas, no los dejes que se vayan por el barranco. Aunque se enfaden, te nieguen la palabra y te critiquen a tus espaldas, en el fondo sabrán que lo haces por su bien y algún día, recapacitarán. Pero, aunque no lleguen a recapacitar y sigan por esa vía de perdición, quédate tranquilo, vive de tu Misa, oración y amor a Dios, que es el que te llama a ser profeta enmedio de este mundo, que se pudre cada día por falta de cristianos obedientes al Evangelio.

Nadie dijo que fuera fácil ser cristiano, pero sí posible, con la fuerza del Corazón que nos bombea su Sangre para nuestro alimento. Como decía la Madre Teresa a la que ayer celebrábamos:” Dios no nos llamó a tener éxito, sino a ser fieles”.

Feliz Domingo, Feliz Día del Señor a cada uno.