Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo


Queridos hermanos:

“Cristo ayer y hoy, Alfa y Omega, Principio y Final” de la Historia. Con esta Solemnidad de Cristo Rey Universal, la Iglesia nos catequista de nuevo colocando esta celebración con la que concluimos el año litúrgico completo. Es como si dijéramos que hoy, es la Nochevieja Cristiana, ya que el domingo próximo comenzaremos el Adviento, preparación a la venida del Señor, en carne, al mundo.

Esperamos esa segunda venida del Señor a este “valle de lágrimas”, como rezamos en la Salve. Esperamos un juicio universal donde Dios separará a las “ovejas de las cabras”, para dar a cada uno según sus obras en esta vida. Ya vino en aquella encarnación en Nazaret y nacimiento en Belén, vendrá de nuevo, no ya como niño pequeño, sino como Juez de vivos y muertos; y viene cada vez que acudimos a Misa a celebrar nuestra Fe y alimentarnos de un Manjar que lleva a la Gloria del Cielo.

Él mismo se denomina “Pastor” de almas, de cada uno de los vivientes, como hemos escuchado en la primera lectura de Ezequiel, en el Salmo 22 y en el Evangelio de Mateo.
Mi padre decía muchas veces: “quién ha visto a un rey, apacentar cochinos”, refiriéndose a que, quien se considera “finolis”, desprecia trabajos que le parecen “bajos”. Cristo nos llama ovejas, gracias a Dios y no se avergüenza de compararse con un pastor, trabajo humilde y pesado, que conlleva ejercitar la paciencia con la oveja que se escapa del rebaño continuamente, que hace sestear a su rebaño, que cura a las enfermas y cuida a las que están sanas.

Precisamente por ello, porque es el Pastor y Guardián de nuestras vidas, es el único capacitado para juzgarnos al final de los tiempos, cuando los muertos resuciten de sus sepulturas y estemos todos vivos en su presencia, para recibir el pago de lo que hicimos. Todo ello, con la Misericordia que caracteriza a Cristo y con la Justicia Suprema, que supera en infinito a la de este mundo, donde muchas veces, nos erigimos los unos en jueces de otros. “Dejad que venga el Señor”, nos dirá San Pablo en una de sus cartas, para que Él juzgue con rectitud.

Nosotros a lo nuestro: a ganarnos el Cielo, cuidando de uno mismo y de los demás prójimos y lejanos; a ejercitar las obras de Misericordia a las que el Evangelio nos urge, porque “al atardecer de la vida, me examinarán del amor”, como tan bellamente nos dejaba escrito san Juan de la Cruz.

De eso nos pedirán cuentas el día que partamos al cielo y el día en que Cristo juzgue al universo entero; al creyente y al no creyente, al que esperó su venida y al que se durmió en los laureles; al que se fió de sus promesas y al que las escuchó y las echó en el saco del olvido.

Por ello, unos reinarán con el Rey eternamente y otros serán enviados al castigo eterno; ninguno caprichosamente por parte del Señor, porque esto no es un juego de azar, sino por las obras que realizamos en esta vida, voluntariamente y por amor a Dios y al prójimo.

Sintamos como cristianos; vivamos como cristianos, hablemos como cristianos y podremos sentir, sin temor a equivocarnos que “el Señor es mi Pastor y nada nos falta”.

Feliz Domingo a cada uno. Feliz día del Señor.