Domingo IV de Adviento


Queridos hermanos:

Con rapidez llega el fin de este Adviento, para entrar en las Fiestas de la Pascua del Señor: la Navidad. Fiesta de gozo y salvación que nos insufla la esperanza del cielo, de la salvación gratuita que viene de arriba, de la curación de nuestras almas y del fin de nuestras inseguridades.

Estando inmersos en las Misas de la Virgen, estos últimos 9 días antes de Nochebuena, tenemos muy presente a la Madre del Señor, que se encuentra en la espera gozosa de este nacimiento del Mesías. Así se celebra en muchos lugares aún, esta novena llamada de la O, de la Esperanza, la expectación, etc, puesto que Ella está a la espera, como canta ese hermoso himno de “la Virgen sueña caminos”.

Hoy, las lecturas y el Evangelio nos hablan de un Rey que no es de este mundo, pero que, nace de sangre y carne humana, “de la estirpe de David”, el rey santo de Israel a quien Dios promete que su “trono permanecerá por siempre”, como ha proclamado la lectura del segundo libro de Samuel, primera de hoy. De sus entradas nacerá un vástago, un pastor que apacentará el rebaño de Dios, un Rey para Israel y para la humanidad entera, un Salvador; el Mesías esperado por los siglos y anunciado en todas las profecías del Antiguo Testamento: El mismo Dios en persona, encarnado en las entrañas “de una Virgen, desposada con un hombre (de la descendencia de David) llamado José”, como nos narra el Evangelio de hoy de san Lucas.

“La Virgen se llamaba María”, leemos en  este evangelio. Palabras que tocan especialmente el corazón cristiano, unas de las más bellas de la Sagrada Escritura, que nos revelan la hermosura infinita de una criatura, no ya tocada por la mano de Dios, sino creada por su Bondad y Sabiduría: LA MUJER PERFECTA. La única que puede permanecer de pie ante el trono del Rey, puesto que es además de su creación, su Madre Bendita. ¡Que gran misterio! Así llamamos al conjunto de las imágenes de María, San José y el Niño que ponemos en nuestro Belen hogareño, parroquial, comunitario, o estudiantil: misterio. ¡Porque lo es!

En este año, en que el Papa declara jubilar en honor a San José, por el 150 aniversario de la proclamación como patrono y protector de la Iglesia Universal, honremos su figura de Padre y protector de los tesoros más grandes que tenía el mismo Dios y confió a su custodia: la criatura más perfecta, la Virgen María y su Propio Hijo, igual al Padre en Gloria. Cuánto le debemos a San José y cuánto lo hemos obviado quizá, ocultado por los dos grandes amores de la Iglesia: María y Jesús; por ello, la misma iglesia, se pone bajo su poderosa intercesión para atraernos muchos milagros del cielo, puesto que es el Santo más cerca de  Dios y de su Madre. Como dice santa Teresa de Jesús sobre él: “tomé por protector al santo San José;…no me acuerdo de nada que le haya pedido hasta hoy y no me lo haya concedido”.

Con esta breve y sencilla reflexión, vivamos este domingo de gozo y esperanza, confiando en que Cristo viene a nuestra vida, para fortalecer nuestras cobardías y redoblar las alegrías, si hemos vivido bien el Adviento y estamos dispuestos a dejar al Niño, ser Rey y Soberano de nuestra pobre existencia.

¿Que aún no te has confesado, no has dado limosna generosa ni has hecho la penitencia? Cuatro días te quedan aún, para barrer el pesebre de tu vida, preparar tu bolsillo vacío para que Dios sea Providente contigo y tu familia y ofrecerle algún regalo que te cueste algún trabajo que, como también decía santa Teresa:” no suele pagar mal su Divina Majestad, a quien le hace buen hospedaje”

Feliz Domingo. Feliz Día del Señor