Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús


Que bendito sea Dios y el Corazón grande de su Hijo, que se abrió por el golpe de la lanza en Getsemaní y no se ha vuelto a cerrar

Queridos amigos y hermanos:

Llegamos a la tercera solemnidad consecutiva de este tiempo ordinario: el Sagrado Corazón de Jesús. 
 
Para unos, una devoción de abuelas, ya desfasada, para otros, una ñoñería; otros, ni siquiera han escuchado hablar de esta devoción, que ha enamorado a tantas almas a lo largo de 2000 años de historia, que no se podrían contar numéricamente. 
 
Esta Solemnidad quiere tributar el honor más grande al Amor humano de Dios. Por eso, se refleja en ensalzar su Corazón, que es donde reside el sentir y el amar; alabamos la enorme gratuidad del Señor con sus criaturas, que tanto le olvidamos, le ofendemos con los muchos o pocos pecados, que le dejamos en el ranking de nuestras prioridades siempre, después de la primera, cuando no la última, si es que contamos con Él. 
 
Por eso le alabamos por lo que lo blasfeman, le honramos por los que lo persiguen en su Iglesia, reparamos pecados con pequeñas ofrendas de penitencia por su sacrificio supremo en la Cruz, le cantamos y rezamos agradeciendo por los que le echan en cara las cosas que no le salen como ellos habían programado milimétricamente.
 
No somos buenos por ello; solo que hemos descubierto el amor del Señor por nosotros y qué otro camino vamos a tomar que el de volver a su Corazón, a su amor, una y mil veces confiando en su Misericordia que no se agota, aunque yo me agote de hacer el mal y pecar. Muchos piensan que son buenos porque tienen estampas cristianas o hacen «cositas» de cristianos. Pero, o se experimenta el amor de Dios, como la Magdalena, Agustín de Hipona, Saulo de Tarso, mi vecina del quinto, mi esposo, mi novia, etc. o a ver quien es el guapo que es capaz de quitarse los defectos y cambiarlos por virtudes, por su propio empeño. Ya os lo digo yo: nadie.
 
Me voy encontrando cada vez más jóvenes y otros, menos jóvenes, que le piden a sus curas que les exponga el Santísimo para estar un rato con Él, que les insisten para confesarse a tiempo y a destiempo, que han logrado perdonar ofensas que el que quiera, que se ponga y algo más que curioso y que llama poderosamente mi atención; se está tatuando mucha gente el Corazón ardiente de Cristo, para presumir de lo que son: ¡unos locos enamorados! Pues, ¿qué queréis que os diga? Que bendito sea Dios y el Corazón grande de su Hijo, que se abrió por el golpe de la lanza en Getsemaní y no se ha vuelto a cerrar, para que sepa durante toda mi vida, que el más Grande, el más Poderoso, el más Bueno ha vencido para siempre y está de mi parte. 
 
Ahora, posiciónate tú, porque sólo hay dos caminos, como Él nos mostró: «O estáis conmigo o contra mí».
 
Bendito y feliz viernes del Sagrado Corazón.