Domingo XXIX del Tiempo Ordinario


Basta coger un crucifijo y repetir una y otra vez: ”y todo esto, por mí”.

Beatificación de los 127 mártires./Foto: Cabildo Catedral

Hermanos míos:

Parece que la lectura ha sido puesta a cosa hecha, en este fin de semana en que han sido beatificados 127 mártires de la persecución religiosa en la diócesis de Córdoba, ya que las lecturas nos hablan del supremo sacrificio que hace Dios encarnándose para morir en la Cruz y clavar en ella los pecados de toda la historia de la Humanidad. Solo Él podría hacer este pago por nosotros; imposible que pudiéramos nosotros pagar por nuestros pecados ni siquiera con la peor muerte o enfermedad, puesto que hemos atentado las criaturas contra el mismo Dios. Sin embargo, si Cristo se hacía hombre verdadero y seguía siendo Dios Verdadero podía ofrecer como humano ese rescate y aceptarlo, a la misma vez, como Dios.

Es esto lo que ha hecho que muchos millones de niños, jóvenes, matrimonios, sacerdotes, religiosas, Papas, obispos, viudas, pobres, reyes, camioneros, abogados, constructores, arquitectos y un sin fin de almas, se hayan enamorado de este amor que Dios les ha tenido gratuitamente y sin haber hecho nada para merecer tanto. Basta coger un crucifijo y repetir una y otra vez: ”y todo esto, por mí”.
De este meditar ante la Cruz y ante el sagrario surgen los Santos, que no son tallas de madera o escayola que salen de manos de escultores, sino que han sido y son gentes de carne y hueso, con tentaciones miles, problemas varios y virtudes las que el Señor les ha regalado gratuitamente. ¡Cuánta gente vive pensando que es buena cristiana, viviendo de espaldas a los mandamientos con total libertad! Dios mío y los que decimos estar enamorados de Cristo, callados o asustados de anunciar el Evangelio a nuestros amigos y familiares pensando que ellos pasan de eso; quizá una palabra tuya dicha con amor, haga acercarse a un amigo al Corazón de Cristo y quizá un silencio por miedo, haga que se condene para siempre. Todo depende de lo enamorados que estemos de Dios.

Estos 127 mártires y otros muchos que ayer no fueron declarados santos quizá por falta de testimonios de los presentes en el momento, por miedo a represalias, eran unos locos del Evangelio, del Corazón del Señor, del de su Bendita Madre, de los sacramentos y del día a día, vivido con y por Dios. Basta leer el testimonio de uno solo de ellos, para conmoverse comprobando que murieron de formas horribles, pero siempre perdonando a sus verdugos y nunca renunciando a su Fe. ¡Jamás! Nos contaba don Gaspar en el seminario un dato que sobrecoge: no consta en España, durante la persecución del 1931-1939 ni un solo cristiano que negara serlo para salvar su vida. “Si renuncias a tu Fe y escupes al crucifijo, te perdonamos la vida”, fue la oferta hecha a muchos de ellos; alguno podría haber aceptado y pensar: “ya me confesaré después”. ¡Ni uno solo consta que lo hiciera desde el norte al sur de España! Les bastó gritar ¡Viva Cristo Rey! Y caer exánimes, para abrir los ojos inmediatamente en el cielo y recibir la mejor paga de manos de Jesucristo: la de vivir para siempre con aquel con quien hemos vivido en este mundo.

Vivamos para servir a los demás, no alardeemos tanto de lo que somos o lo que hemos hecho, que ya está escrito en la libreta del cielo y dediquemos tiempo y la vida a anunciar que Cristo está vivo en la Eucaristía y en su Iglesia, que muchas almas se pierden por el silencio de los creyentes.

Ánimo, porque se puede.

Feliz Domingo. Feliz día del Señor.