Vacaciones


Ya sé que alguien estará pensando que los profesores somos unos de los profesionales más afortunados de la sociedad porque disfrutamos de dos meses de vacaciones. Y como le he contestado a alguno de mis hermanos en más de una ocasión y siempre en relación a este tema, ahí está, el que quiera que lo haga y tan felices con sus vacaciones.

Pero no somos capaces de darnos cuenta que esos dos meses son más que merecidos (creo que todo el mundo opinaría que se los merece), necesarios. El cuerpo es sabio, y va  conociendo cuándo necesitamos el descanso. Próximo el final, los días que llevamos y los que nos quedan no se los deseo a nadie.

No sólo por el trabajo, que en una medida u otra, todos compartimos. Es una carga emocional y emotiva que pocos trabajos conllevan. Aparte de los cientos de exámenes que tenemos que corregir, algo propio de esta profesión, ahora llegan los llantos, las súplicas por décimas necesarias para llegar al aprobado, el agotamiento de los que no habiendo hecho lo que debían durante todo el curso, ahora quieren quitarse asignaturas enteras en dos días.

Y esto, realmente es muchísimo más agotador que el poner o corregir exámenes,  dar clase o realizar  cualquier otra actividad propia del docente.

Quieren saber la nota antes de haber hecho los exámenes, y si los han hecho por la mañana, desean vehementemente tenerla al final del día. Es más, lo exigen, porque es su derecho y tienen que saberlo para ver si se presentan o no a subir nota.

Y todo ello junto a los de 2º de bachillerato que van a presentarse a selectividad. Las consultas de última hora con los profes, las idas y venidas al cole para aclarar un tema que como se lo suelen estudiar el día antes, no lo han comprendido. El venir, hablar, desahogarse para ellos es fundamental en estos días.

En fin, que no solamente ejercemos de docentes, de psicólogos, a veces de padre/madre y la mayoría de las ocasiones, confidentes. De sus dudas, de sus conocimientos o falta de ellos, de sus sentimientos y hasta de sus más profundos secretos. En definitiva, de sus vidas.

Y es esta parte, tan agotadora la que a mí me atrae como un imán. La que hace que la relación con ellos siga años y años después de que abandonen las aulas. El que te vean por la calle, te reconozcan o te chillen desde la otra punta y te digan “Seño”.

Por eso, a pesar de que nos merezcamos unas vacaciones de dos meses, este trabajo realmente, merece la pena.