Más incongruencias


Si en un artículo anterior me refería a las distintas varas de medir que utilizan árbitros, políticos o jueces, hoy vuelvo a hacer referencia a estas distintas varas de medir y las incongruencias que se producen como consecuencia de ello.

Hace pocos días, apareció en toda la prensa la noticia de que una madre ha sido condenada a dos meses de cárcel y seis de alejamiento de su hijo por abofetearlo al negarse éste a  ducharse después de venir de practicar deporte.

Leyendo la noticia nos preguntamos dónde ha podido ocurrir esto, porque pocos creeríamos que tal sentencia ha salido de uno de los juzgados, el de lo Penal nº 4,  de Pontevedra, España.

Los Magistrados de la Audiencia consideraron el comportamiento de la madre constitutivo de un delito de maltrato en el ámbito de la violencia doméstica. Y a parte de los servicios sociales que la madre ha de cumplir durante cierto tiempo, para evitar el internamiento durante dos meses en la prisión, se la priva de acercarse a su hijo durante 6 meses.

La verdad es que no quiero ni pensar qué diría el Juez Calatayud ante semejante castigo. ¿Es la madre la que se lo merece, o dentro de sus obligaciones está también hacer que el hijo sea obediente y respetuoso con lo que ella ve que es lo más oportuno y adecuado para él?

Junto a esta noticia, apenas un par de días después, una madre en Godella (Valencia), mata a sus dos hijos, de tres años y cinco meses. Pero lo más espeluznante es que no era el primer intento de terminar con sus vidas. Hubo otro previo de ahogamiento en que la susodicha no consiguió arrebatarles la vida.

Si todo ello es duro, no lo es menos el conocer el estado en que vivía esta “familia”. La situación de ocupas en una casa en ruinas, de drogodependientes y desequilibrados que tenían los padres, su falta de responsabilidad y sin que ninguna institución actuara. Seguramente no vieron la importancia de que dos niños de tan corta edad vivieran así, de que ninguno de los padres conservara su puesto de trabajo debido a su adicción a las drogas, no le dieron valor a que el hijo mayor, de poco más de tres años, hubiese dejado de asistir a clase en el Centro donde estaba escolarizado, o que comían de lo que los amigos y vecinos, movidos por la compasión y la lástima, les acercaban.

No se escuchó a la abuela que llevaba semanas pidiendo la custodia de los niños porque sabía cómo vivían. Pidió protección al juez, pero por los requisitos legales exigidos, no se procedió de la manera que tendría que haber sido; contundente e inmediatamente.

Nada de esto era importante. Lo es, y mucho más, que una expareja denuncie a la madre que le da una torta a su hijo no por no ducharse, que también, sino por desobedecerla hasta el extremo de no hacer lo que debía antes de irse a la cama.

La vida diaria está llena de incongruencias, muchas, y debemos de actuar para intentar evitarlas.