¿Somos conscientes, de verdad?


Pilar Fonseca.

Y para que no digan que siempre critico a los mismos, hoy toca hacer un estudio de la actuación del otro lado, del de los ciudadanos. No podemos echar todas las culpas al gobierno de la mala gestión, que lo es, pésima y caótica, sin ver qué estamos haciendo los de a pie, cómo respondemos a las autoridades.

Después de ocho semanas de confinamiento, con lo que supone, no solamente de estar encerrados en casa, sino lo que es para mí mucho peor, el no poder disfrutar de los seres a los que quiero y que cada segundo echo más de menos, el gobierno ofrece la posibilidad de usar con sentido común, determinadas horas del día para empezar a realizar ciertas actividades. La alegría propia se manifiesta estos primeros días en que después de ver las calles y plazas absolutamente vacías, comienzan a llenarse de gente, se oye a los niños reír y jugar y a los padres charlar.

Ante este acontecimiento, grato después de tanto silencio, siento la inclinación a asomarme a la ventana, a verlos, a escucharlos, a disfrutar de la “nueva normalidad”(si esto fuera posible, ya que algo nuevo nunca es normal).

Cuál es mi sorpresa cuando veo en los jardines a un grupo entre 6 y 8 niños jugando al balón, y a los padres (creo que lo eran), en un corrillo de 4 adultos, sin mascarillas y hablando como si esto hubiese sido una pesadilla y ya hubiera pasado. No podía creerlo y me costó salir de mi estupefacción. ¿Qué hacían, no habían oído las recomendaciones de la distancia necesaria y del uso de la mascarilla sí o sí?

¿Qué necesitamos, por qué no somos conscientes de la gravedad de lo que estamos viviendo, tiene que pasarle a alguien de nuestra familia para que nos demos cuenta de que esto es muy serio y que lo que se pone en juego no es nada más y nada menos que nuestra vida y la vida de los demás? Cuando se produce un contagio a los primeros que exponemos es a los más próximos a nosotros y lógicamente a todo el personal sanitario que está ahí, aún sin todos los equipos necesarios de protección (que cuando lleguen esto estará más que vencido, porque al paso que vamos…). Con lo cual, debemos de plantearnos la responsabilidad que supone el aceptar los comportamientos que las autoridades ven marcando para intentar que, en vez de ir a más, vayamos a menos. Menos contaminados, menos ingresados, menos fallecidos.

Debo de decir que no todo el mundo es igual, muchos van cumpliendo perfectamente la distancia de separación indicada y van con sus mascarillas oportunas. Sin embargo, otros, dejan mucho que desear. Y no podemos echarle la culpa a la edad. Los hay para todos los gustos. En algunos lugares he leído que son los adolescentes y jóvenes los que hacen caso omiso de las recomendaciones, que están en grupos como si estuviesen de botellón, que pasean juntos, sin mascarillas y por supuesto como si la cosa no fuese con ellos. Algunos en patines, otros en patinetes, bicicletas, y la mayoría a su aire.

Y estos jóvenes tienen padres. ¿No saben los padres el rato que llevan sus hijos fuera, no saben si han salido con la mascarilla o no? ¿No se han preocupado de decirles hasta la saciedad lo importante que es protegerse de este maldito virus?

No se me olvida la enorme publicidad televisiva del “póntelo, pónselo” del uso del preservativo. Y por consiguiente la campaña en las escuelas explicando lo importante que era el uso de este dispositivo para evitar un embarazo no deseado y para la protección de las enfermedades de transmisión sexual. Les faltó hacer prácticas en vivo y en directo para concienciar a la población juvenil.

¿Dónde está ahora esta concienciación? Seguramente considerarán menos importante la transmisión del Covi-19 que lo que se intentaba evitar con el uso de los profilácticos.

Yo soy de las que no estoy de acuerdo con que todo el día se esté machacando en los medios de comunicación solamente con todo lo negativo que está ocurriendo. Cada diez minutos el telediario hace recuento de los infectados, ingresados, fallecidos, en España, por Comunidades Autónomas, por provincias, por capitales, etc… lo que hace que muchas veces no les preste atención por saturación. Pero es evidente que nos han faltado féretros. Sí, féretros. Por muy penoso y macabro que pueda parecer, necesitamos ser conscientes de esta durísima realidad y asumir, que, si no ponemos la protección debida, esto no sirve de nada, esto no va a terminar nunca. Y que ya hemos superado los 26.000 fallecidos. ¡¡Ahí es nada!!

Y me rebelo, porque yo soy de las que intento cumplir con lo que se nos dice, y llevo más de 60 días sin poder ver a mis hijos ni a mi nieto, ni a mis hermanos ni amigos. Porque quiero que cuando los vea, tenga la seguridad de que he hecho todo de la mejor manera posible para que todos sigamos bien.

Y me indigna que gente que cree tener todos los derechos del mundo a ir como les da la gana, aumenten esta cuarentena a un sinfín de semanas o meses más.

Señores, hagamos caso de las recomendaciones sanitarias que lo que está en juego además de la vida y la salud, es la posibilidad de poder volver a trabajar, de abrir negocios, de intentar llegar a la “nueva normalidad” y empezar a salir del pozo en el que estamos metiendo a España.

¡¡Seamos conscientes por una vez en la vida!!