600 metros cúbicos de tierra


Con fecha del día de san Andrés y san Pablo y demás compañeros mártires de Corea – véase martes 20 de septiembre de 2016 – leía en un diario de ámbito provincial como los arqueólogos de la asociación Regreso con Honor habían retirado el día anterior unos 600 metros cúbicos de tierra en la zona de Alfacar (Granada) intentando encontrar los restos de Federico García Lorca. No hace mucho leía, también, en otro diario, – en este caso de tirada nacional – lo siguiente: “Ahora que se cumplen ochenta años de su muerte podríamos dejar de buscar su tumba para empezar a buscar sus versos, y hallar la belleza, la verdad y la contradicción que se encuentran en la obra de todo gran poeta” (Salvador Sostres dixit).

Conste que no solamente no me opongo a la búsqueda de sus restos sino que vería con muy buenos ojos su hallazgo como ha ocurrido con los restos de Miguel de Cervantes. Pero quisiera proponer al lector que pasa por aquí un ejercicio muy sencillo. El ejercicio consiste en la lectura de los dos textos que propongo –tienen por autor al mismísimo Federico García Lorca – y el posterior intento de respuesta a la pregunta que formularé más abajo.

Vayamos con el primero de los textos. En una carta a su familia, escrita en Nueva York, se horroriza del catolicismo protestante de los Estados Unidos y “dando vivas al portentoso, bellísimo, sin igual catolicismo español” llega a afirmar con una apabullante finura espiritual: “Hay un instinto innato de la belleza en el pueblo español y una alta idea de la presencia de Dios en el templo. Ahora comprendo el espectáculo fervoroso, único en el mundo, que es una misa en España. La lentitud, la grandeza, el adorno del altar, la cordialidad en la adoración del Sacramento, el culto a la Virgen, son en España de una absoluta personalidad y de una enorme poesía y belleza. Ahora comprendo también aquí, frente a las iglesias protestantes, el porqué racial de la gran lucha de España contra el protestantismo y de la españolísima actitud del gran rey injustamente tratado en la historia, Felipe II. Lo que el catolicismo de los Estados Unidos no tiene es solemnidad, es decir, calor humano. La solemnidad en lo religioso es cordialidad, porque es una prueba viva, prueba para los sentidos, de la inmediata presencia de Dios. Es como decir: Dios está con nosotros, démosle culto y adoración. Pero es una gran equivocación suprimir el ceremonial. Es la gran cosa de España. Son las formas exquisitas, la hidalguía con Dios”.

El segundo de los textos a leer lo ofrecen las cuatro estrofas de la Oda a Walt Whitman que siguen. El texto habla por sí solo y por favor – ¡qué nadie se escandalice, sigue teniendo al mismo autor del que se viene hablando! -.

“Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio.
Pero si contra vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta y pensamiento inmundo,
madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas de alegría.

Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos
gotas de sucia muerte con amargo veneno.
Contra vosotros siempre,
Faeries de Norteamérica,
Pájaros de la Habana,
Jotos de Méjico,
Sarasas de Cádiz,
Ápios de Sevilla,
Cancos de Madrid,
Floras de Alicante,
Adelaidas de Portugal.

¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!
Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores,
abiertos en las plazas con fiebre de abanico
o emboscados en yertos paisajes de cicuta.

¡No haya cuartel! La muerte
mana de vuestros ojos
y agrupa flores grises en la orilla del cieno.
¡No haya cuartel! ¡Alerta!
Que los confundidos, los puros,
los clásicos, los señalados, los suplicantes
os cierren las puertas de la bacanal”.

Ya se había anunciado que el ejercicio acaba con la formulación e intento de respuesta a una pregunta. Pues bien, ahí va la pregunta: ¿Estaría bien que leyéramos íntegramente y sin sesgos a Lorca cuando acabemos de usarlo y de movilizar otros 600 metros cúbicos de tierra?

En términos latinos: Lector inquirat.