La que se avecina: Año Lutero


Si hay algo que este artículo pretende es, precisamente, evitar un trasvase de “La que se avecina” a un “Aquí no hay quien viva”. Y me explico: Hoy lunes, 31 de octubre, se cumplen 499 años de la exhibición en Wittenberg de las famosas tesis de Martín Lutero sobre las indulgencias; fecha que marca simbólicamente el comienzo de la Reforma Protestante. Con tal motivo, hoy mismo y en la ciudad de Lund (Suecia), tiene lugar una celebración ecuménica que conmemorará los orígenes de la Reforma y en la que va a participar el Papa Francisco; así darán comienzo los diversos actos que, hasta el 31 de octubre de 2017, tendrán lugar por el 500 aniversario de la Reforma. A saber: el Año Lutero (-Lo de la marca Año Lutero es invención de un servidor, mas no espero que tenga especial éxito).

Como se ha dicho que se trataba de evitar un “Aquí no hay quien viva”, no puedo dejar de poner “negro sobre blanco” algunas coordenadas para la comprensión de la efeméride. En primer lugar, las mismas tesis de Wittenberg. En principio, como ya se ha dicho, el 31 de octubre de 1517 Martin Lutero mandó clavar las 95 tesis en las puertas de la iglesia del castillo de Wittenberg. Si bien una gran mayoría de historiadores coinciden en que este gesto en realidad nunca tuvo lugar. En las citadas tesis, con las que Lutero proponía las claves para una supuesta disputa teológica sobre las indulgencias, se puede uno encontrar perlas de mal gusto y balandronadas como las que siguen: “”Predican a los hombres que el alma vuela [al cielo] en el mismo instante en que la moneda arrojada suena en el cepillo” (Tesis 27); “Es una locura la opinión de que las indulgencias papales tienen tanto valor que pueden absolver a un hombre, incluso aunque, por un imposible, hubiese violado a la madre de Dios” (Tesis 75).

Claro que el sistema de las tesis y la consabida disputa no siempre fue en el “amigo Lutero” del nivel de las 95 tesis de Wittenberg. A un servidor, por ejemplo, siempre le han llamado – y poderosísimamente – las tesis de otra invitación a la disputa teológica; esta vez en Heildelberg y un año más tarde. En concreto las tesis 19 y 20 con las que adquiere carta de ciudadanía su irrepetible theologia crucis: “No puede llamarse en justicia ‘teólogo’ al que crea que las cosas invisibles de Dios pueden aprehenderse a partir de lo creado. Sino, mejor, a quien aprehende las cosas visibles e inferiores de Dios a partir de la pasión y la cruz” (Tesis 19 y 20).

En segundo lugar, y en esta tarea de poner “negro sobre blanco”, habría que responder a una pregunta tan ineludible como esta: ¿Dónde están las diferencias en lo doctrinal? Para no andarme por las ramas – Lutero siempre achacaba a la teología católica una notable pérdida de tiempo en cuestiones bizantinas; por eso le pagaré con la misma moneda – acudo al escritor francés Paul Claudel en su obra de teatro El zapato de raso. Allí se pregunta así uno de los personajes: “¿Qué han pretendido esos figurones de la Reforma sino reducir intransigentemente a un mero acto de fe el proceso de la salvación que se opera entre Dios y el hombre…”. A lo que otro de los personajes apostilla sin dejar al primero terminar la pregunta: “Decid más bien a una conciencia o ilusión de fe”. Y concluye la pregunta el primero: “…entendido como una transacción personal y clandestina entre ambos, en un mezquino gabinete, blasfemando que las obras no sirven – ni las de los hombres ni las del propio Dios – separando al creyente de su propio cuerpo secularizado, aislando del cielo la Tierra y haciendo de ésta en adelante una realidad mercenaria, profana, esclava, sin más misión que producir lo útil?”. Así se entiende, que poco antes, se hubiese podido escuchar sobre las tablas: “¡Rubens será quien, contra la herejía, conservará Flandes para la cristiandad! La belleza une, la belleza viene de Dios; la belleza es católica: no hay adjetivo que mejor le cuadre”.

En tercer lugar. Como un servidor espera, también, que a su óbito alguien, al menos, eche algún centimillo en el cepillo -¡¡¡Siiiii!!!, en ese cepillo en el que al caer la moneda y sonar, mi alma (a prueba del desengrasante el Milagrito) sea llevada al cielo – y como eso me daría la oportunidad de encontrarme con el mismo Lutero entre otros y poder entonces espetarle algo que durante largo tiempo, ya, vengo rumiando: – ¡Sr. Lutero, hágame usted el favor de explicarme si Jesús tuvo un cuerpo humano o si sufrió!.

Como la cuestión ya se está alargando, y consciente de la maraña que he podido montar, concluyó invitando al “sufrido lector” a olvidar el “fárrago previniente” y a quedarse con la sencilla reflexión del más que claro filósofo francés B. Pascal en una carta a una tal Sra. de Roannez : “Y cuando, al fin, quiso cumplir su promesa a los Apóstoles de seguir entre los hombres hasta el último momento, eligió quedarse en el más extraño y oscuro secreto de todos, que son las especies de la Eucaristía. Es este sacramento al que san Juan llama, en el Apocalipsis, un maná oculto; y creo que así lo veía también Isaías, cuando profetizó: Verdaderamente, tú eres un Dios escondido. Es éste su último secreto. El velo de naturaleza que cubre a Dios ha sido penetrado por muchos infieles, quienes como indica san pablo, han reconocido al Dios invisible en la naturaleza visible. Los cristianos heréticos le han conocido a través de su humanidad y adoran a Jesucristo Dios y hombre. Pero reconocerle bajo las especies del pan es sólo privilegio de los católicos: sólo a nosotros Dios se nos ha revelado hasta este punto”.

Post data: Ni que decir tiene, que el sagaz –y más que paciente si ha llegado hasta esta línea – lector habrá descubierto y “requedescubierto” que el fuerte de un servidor nunca fue el Ecumenismo. Claro que el mismo no es cuestión de debates, sino de oración: “Ut unum sint”.